Issia
¡Maldita! ¡Maldita cafetera!
Solo eso me faltaba. Que esa cosa se trabara e hiciera un asqueroso desastre en el suelo de la improvisada cafetería.
Con mucho cuidado, deposité la tasa del Licenciado Stewart, sobre la mesa donde se colocaban los enseres. Luego tomé varias servilletas de papel y traté de limpiar el gran charco que había en el suelo, ¿es que acaso hoy todo tenía que salirme mal? Porque parecía que sí, no sé si era por mí mala suerte —la cual raramente tenía—, o si acaso se debía a que estaba perdida en mis pensamientos desde que terminé de platicar con Cameron.
Sí, yo también estaba segura que era por la segunda opción.
Pero no era para menos, mi mejor amiga conocía mi pasado, sabía que yo aún no estaba lista para volver a confiar en los hombres, o incluso para poder abrirle mi corazón a alguien más; sin embargo, me estaba alentando para que saliera con él e incluso, que tratara de saber por qué el destino lo puso en mi camino. Con sinceridad, la idea no me parecía mal y estoy segura que ella solo quería que volviera a ser la chica que era hace siete meses—cuando me veía feliz, porque tenía a la persona que yo creía adecuada a mi lado—. Quizás era una buena idea o quizás solo me estaba abriendo paso a un nuevo acantilado sin fondo.
No quería seguir siendo la chica que se pasaba toda la noche con la mirada pérdida sin poder conciliar el sueño, no quería volver a sentirme tan frágil, como un cristal sobre una mesa en movimiento. No estaba dispuesta a pasar por eso nunca más. No quería ser débil. No quería sufrir. No quería, de verdad que no quería... Ya tenía tantos problemas, que no necesitaba uno más y él parecía traerme muchos.
"Pero si por sí sola, tú ya eres un problema"
Le hice caso omiso a aquella voz, pero sabía que tenía toda la razón.
—¿Necesitas ayuda con eso? —investigó Damien, mientras se recostaba en el marco de la puerta y me observaba de rodillas en el suelo, con varios trozos de papel mojado a mi lado.
—Estoy bien, solo tengo que arreglar este desastre—afirmé, al tiempo que trataba de volver a limpiar el suelo.
—Voy a ayudarte — Una vez dichas estás palabras, se colocó de cuclillas a mi lado y me ayudó pasando más pedazos de papel sobre la mancha de café. En menos de lo que esperaba, el desastre desapareció del suelo. Junté bien todos los pedazos mojados, mientras veía al chico de saco azul levantarse y limpiar sus pantalones con sus manos. Yo también me levanté y después de depositar la basura en el cesto, limpié la falda de mi vestido.
—Tal parece que necesitamos otra cafetera—bromeó, mientras señalaba con su cabeza la máquina que acababa de dejar de funcionar.
Afirmé, asintiendo, con el cejo fruncido y los labios formando una mueca.
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Hasta que lo olvide
RomanceIssia está rota. Acomplejada a las desgracias y la oscuridad, pero no es hasta que lo conoce a él, que al fin presencia lo que se siente ser derrotada. Luego de años de vivir sumida en medicamentos y clínicas para tratar con todos los traumas psicol...