Issia está rota. Acomplejada a las desgracias y la oscuridad, pero no es hasta que lo conoce a él, que al fin presencia lo que se siente ser derrotada.
Luego de años de vivir sumida en medicamentos y clínicas para tratar con todos los traumas psicol...
Había actuado como un maldito idiota y lo reconocía. No tenía derecho a decir todo lo que dije; no tenía por qué tratarla de aquella forma, cuando yo bien sabía que ella no era nada de eso. Pero es que tampoco podía hacer de menos que estaba ardiendo de la cólera por culpa del prepotente de Tayler. Estaba que echaba furia por culpa de sus palabras, de sus acciones, de su maldita forma de ser.
Y si, sé que era un imbécil por dejarme llevar de lo que él decía, porque sabía que eso era lo único que él quería, quería ganar y quería hacerlo como acostumbraba: Jugando sucio.
Y aunque sé que era con él con quien debí haber rematado, fui demasiado idiota cómo para haber analizado correctamente mis acciones. Cuando estaba así de mermado, no medía las palabras.
Y debía hacerlo, hoy ella podía haberme perdonado, pero si no me controlaba, las consecuencias serían graves.
No sabía de donde había sacado el valor para acercarme después a Issia, no sé cómo me había atrevido a tocar su cuerpo. Tampoco tenía idea como era posible que mi cerebro formulara tan rápidamente esas oraciones, ni cómo estás habían logrado que la chica de ojos ambarinos lanzara una pequeña sonrisa que le combinaba a la perfección con sus iris brillantes por las lágrimas. Lágrimas que mi ineptitud y mis arrebatos habían provocado.
Aprecié cada una de sus facciones y me deleité de poder sentir la piel tersa de su rostro bajo mis dedos. Su mejilla era tan pequeña que incluso la mitad de mi mano parecía cubrirla. Mis ojos estaban completamente sobre los suyos, mi cuerpo estaba comenzando a acercarse cada vez más a ella por puro impulso y aunque admito que me moría por sentir sus labios sobre los míos, di un paso lejos y poco a poco rompí la conexión que existía entre ambos.
Ella me observó curiosa por mi reacción y sin saber cómo explicarle que estar tan cerca de ella me ponía realmente nervioso, opté por ofrecerme para llevarla a casa. Sus labios formularon una oración que a duras penas logré identificar como afirmativa a mi pregunta y luego de eso, nos guié a ambos a la siguiente cuadra, donde mi Honda Accord modelo 2010, se encontraba. Cuando ambos llegamos, una nueva duda me invadió y es que nunca había sido participe de esas cosas exageradamente caballerosas. No porque no quisiera serlo, más bien porque con ninguna de las chicas con que había salido tuve la oportunidad de comportarme como uno; así que cuando a mi mente llegó la idea de abrir la puerta del auto para ella, no supe que tan loco sería. Pero es que con sinceridad podía decir que el estar con ella, me hacía imaginar que tenía que ser el mejor hombre del mundo, porque ella se lo merecía.
