Capítulo 41

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Issia

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Issia

Podía sentir el corazón en la garganta. Las palpitaciones invadían cada poro de mi piel y enviaban escalofríos a mi columna. El oxígeno era cada vez mas denso para mi cuerpo y los ojos me escocian cada vez con más intensidad.

Ya no tenía idea a que razón culpar por mi reacción: si al recuerdo de la muerte de mamá, o a las palabras y acciones de Collins.

Quería estar segura que era por la primera opción, porque cada vez que recordaba aquellos días, unos devastadores sentimientos llenaban mi alma, sin embargo está vez fue distinto. No como si hablar me quitará el remordimiento y la carga que llevaba desde hace años en la espalda, mas bien como si eso hiciera que poco a poco me fuera convenciendo de mi presente y de como las cosas no iban a cambiar; era quizás, mi forma de comenzar a sanar, aunque las heridas así de profundas no se curan, sólo se pueden ocultar.

Por otro lado, tenía a Collins, quien por más que yo decía o hacía, él no cambiaba. Él siempre se comportaba como si nada. Él siempre era el mismo conmigo.

Se me hacía imposible creer que algo así pudiese sucederme a mí, a la chica rota, a la que por años su familia desprecio, a la que creía que viviría un amor tranquilo, dependiente y en parte también tóxico. Y es que jamás imaginé venir a dadar con ese par de esferas azules me veían con la misma intensidad todos los días, y que desde la primera vez que los vi, me dejaron con curiosidad, aunque también con miedo, no lo voy a negar, porque me hacían recordar al agua, un agua transparente, pacífica y profunda. Ahora no hacían más que avivar el sentimiento que poco a poco crecía en mi pecho; le brindaban calor y vida a mi vida, a mi alma.

"Puedo amarte, mientras lo haces"

La piel se me erizaba con el sólo recordar sus palabras, la voz suave y ronca que utilizó; fue como si con eso una corriente electrica se hubiera apoderado de mis nervios y mandara impulsos a cada receptor en mi cuerpo.

Sé que no lo decía porque ya me amará, era más bien como una garantía al amor que en algún momento llegaría mientras estaba a mí lado. Era como su forma de decir que se veía conmigo en el futuro. Yo ya no sabía si sentirme feliz o no por ello, porque me entusiasmaba la idea como no cabía duda, pero también me aterraba el hecho de que con el tiempo su decisión cambiará. Perderlo ya no era una opción para mí, pero tampoco podía obligarlo a que se quedará si ya no sentía nada por mí. Al fin y al cabo, nada me aseguraba que yo era merecedora de todo lo que él me ofrecía.

—¿Te digo algo? —susurró con una voz tan suave, que incluso sentí como su aliento tibio abrazó mis mejillas, a tan sólo centímetros de sus labios. Moví la cabeza de arriba a abajo lentamente como respuesta—. Te mereces todo el amor del mundo, muñeca, y yo estoy dispuesto a darte lo que esté en mis manos.

Sus palabras revolotearon en mis inseguridades, como un gato sobre un ratón. Fue como si hubiera leído mi mente, como si supiera lo que mis labios no se atrevieron a pronunciar.

Hasta que lo olvideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora