Capítulo 5

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Issia

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Issia

—¿Estas segura de esto? —preguntó, Cameron, en el momento en que estacionó el auto cerca del bar de Bill. Para ser domingo, había muchas personas.

—Claro que no, pero no tengo otra opción. Ambas sabemos que la información en ese teléfono, puede hundirnos —refuté para dejarle en claro la única razón por la cual estábamos aquí. Después de una larga charla, ambas llegamos a la conclusión de lo importante que era que nadie viera aquello.

«No es como si tuvieras algo que perder. Dignidad ya no tienes» susurró aquella estúpida voz en mi cabeza que no me dejaba jamás.

—Si sabes que puedo buscar la dirección de ese tipo, ¿verdad? —interrogó, girando la mitad de su cuerpo hacía mí.

Lo sabía, pero ya me sentía suficientemente estúpida como para dejar que ella encontrará algo que yo perdí.

—Para eso necesitas su nombre y ninguna de las dos lo tenemos —mentí, porque realmente yo tenía las iniciales y el apellido con el que se presentaba en el bar, sin embargo, quería hacer las cosas bien, y hacerlas por mí misma. Eso significaba que quería pararme de frente al chico de la mirada profunda y pedirle que me devolviera el celular, o que al menos revisara en su auto, para ver si seguía allí. Lo cual era lo más probable, ya que intenté llamar y aún estaba encendido. Esperaba que esa fuera una buena señal.

«¿De verdad quieres volver a humillarte frente a él?».

Tragué saliva, sin poder evitar el pinchazo en mi interior por algo que solo podía escuchar yo, pero que dolía igual o peor a que alguien lo hubiera mencionado en voz alta.

No me moleste en llevarme la contraria a mí misma, así que sólo le indiqué a Cameron que bajará del auto, no era tan valiente para hacer esto sola. Ambas caminamos en dirección a la entrada, sin embargo, yo me desvíe hacia la fila, y la vi a ella, caminar directamente a la puerta, custodiada por dos gorilas.

Jaló de mi brazo, luego de intercambiar algunas palabras y sonreír como la gran arpía que podía llegar a ser, la mayoría del tiempo.

—¿Qué les dijiste?

—Lo necesario para que busques a ese chico y le pidas tu celular —exclamó sin una sola pizca de compasión.

A veces Cameron me asustaba, pero no dejaba de admirar su personalidad.

Una vez dentro, dejó que la guiara hacia donde se me ocurriera que él estuviera. Tenía la noción que lo encontraría en las mesas, detrás de aquella puerta azul, sin embargo, preferí caminar hacia la barra y preguntarle a Martin por él. No quería hacer el ridículo, cuando sabía que no se dejaba pasar a menos que tuvieras cita para jugar o fueras invitado.

Sinceramente, aquello también causaba un poco de terror; para ser solo un lugar donde varios hombres y mujeres entraban a apostar, era demasiada sospechosa su exclusividad.

Hasta que lo olvideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora