Issia
Las cuerdas en mis manos temblaron en cuanto escuché la voz de Jane a mi espalda, diciendo mi nombre una y otra vez.
No tuve ni siquiera tiempo de reaccionar, cuando ya mi hermana menor se había abalanzado sobre mí. Sus brazos rodearon mi cintura y los míos la parte alta de su espalda.
Los ojos me ardían, así que comencé a parpadear para poder evitar que las lágrimas en ellos, comenzaran a brotar. Hacía tanto que no me sentía así... Completa.
Una clase de satisfacción me invadió y es que su acción, y la forma en que presionaba mi cuerpo, me hacía darme cuenta de lo mucho que me había extrañado; tanto como yo. La parte de mí que gritaba que ella me odiaba, se calló por esos segundos, o quizás minutos, en que mi pequeño angel se mantuvo entre mis brazos.
No había rencor, no había dolor en ese tacto. Lo único que encontraba, era la paz que tanta falta me había hecho.
Me alejé de ella lo suficiente para verla a los ojos, para comprobar lo que mi corazón sentía, y así fue, allí en esas dos esferas café, encontré el amor que necesitaba, ese que me faltaba para dejar en el olvido otro pedazo de la oscuridad que me envolvía.
—¡Estás hermosa! —confesé con una sonrisa en mis labios, que opacaba las lágrimas en mis ojos.
—Tú lo estás más. ¡Has vuelto a dejarte crecer el cabello! —exclamó. Sentí su mano acariciar mi cabello sobre mi espalda. Recuerdos de ella haciendo eso de pequeña, me dejaron sin aliento.
No cambiaba, era mi misma niña.
No se cuantos minutos más repasé su rostro, y el cómo había cambiado tan rápido; cómo había crecido sin que estuviera a su lado.
Me perdí en sus ojos, en sus pecas, en su sonrisa; hasta que sin querer, algo dentro de mí, me hizo levantar la cabeza, me hizo bajar de la nube en que flotaba. Fue allí, cuando deseé no haberlo hecho, pero al mismo, le agradecí a mis instintos el hacerlo.
No podía definir con claridad la maraña de sentimientos y emociones que me invadieron, en el instante en que nuestros ojos se anclaron a los del otro. No tenía idea de cómo se respiraba, no podía ni siquiera pensar; no había fuerza que me hiciera actuar, ante la presencia de ese rubio con ojos esmeralda.
El sol mañanero asentuaba su tono blanco, y el cabello que le caía en la frente, brillaba reflejando los rayos. Cada una de las facciones que un día me enamoró, se encontraba allí; desde la forma alargada de su rostro, sus cejas tupidas, sus orbitas rasgadas acentuando esas dos esferas verdes en su centro; esa nariz grande pero perfilada; sus mejillas sonrosadas por naturaleza; sus labios rosados y delgados; su quijada cuadrada, su cuello estilizado por la camisa tipo polo que portaba, y sobre todo, esa cabellera rubia que le caía cubriendo por completo sus orejas.
Marcus estaba frente a mí, y mi cuerpo entero lo sabía... mi corazón se movía con rapidez dentro de mi caja torácica, tanto que podía escuchar las palpitaciones del mismo en mis oídos; se me iba a salir del pecho sino me controlaba. El aire dentro de mis pulmones era insuficiente, las palmas de mis manos sudaban, al igual que muchas otras partes de mi cuerpo.
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Hasta que lo olvide
RomanceIssia está rota. Acomplejada a las desgracias y la oscuridad, pero no es hasta que lo conoce a él, que al fin presencia lo que se siente ser derrotada. Luego de años de vivir sumida en medicamentos y clínicas para tratar con todos los traumas psicol...