Capítulo 6

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Collins

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Collins

Un disparo.

Un maldito disparo se escuchó, justo antes de que pudiera decirle a Issia que cambiara su rostro de borrego asustado a uno de lobo feroz, que le favorecía más y combinaba con el color ámbar de sus ojos.

Por inercia coloqué mi brazo izquierdo —el que tenía libre, ya que, con el otro, sostenía el brazo de la chica a mi lado—, sobre mi cabeza, no sabía dónde había impactado la bala, ni la razón por la cual había llegado.

Bueno, quizás si sabía por qué. Porque el envidioso de Tayler Hill, nunca había aprendido a perder.

Además estaba furioso, alguien le había dicho que vendría un político importante a apostar, pero no era más que una mentira hecha por mí.

Aún no me había decidido a ayudar a los agentes, pero esto era un claro ejemplo de que la balanza se tiraba mucho más a tratar de hacer justicia, que a ignorar mi pasado.

Aunque tampoco podía ocultar que mucho de lo que hacía no era más que una venganza personal. Detestaba a Tayler Hill.

Era un prepotente niño rico, que se creía superior, porque era un hijo de papi, que lo único que hacía, era fingir manejar sus finanzas —de las cuales, mucho dinero quedaba en manos de otros porque se la pasaba apostando—, y pedir más dinero con el que se creía capaz de manejar a quien tuviera a su paso. A todos, menos a mí. En ningún momento llegue a sentirme intimidado por él, no tenía por qué hacerlo, aun cuando él creía que debía hacerlo, por el simple hecho de venir de una familia humilde y mantenerme con el salario que ganaba en la clínica del Doctor Foster y como orientador en el Colegio Athenas.

Aun cuando él me conoció cuando no era más que un idiota tratando de entrar a la universidad.

Si algo debía tener claro, es que a mí no me importaba haber venido de lo bajo y humillarlo. Al menos lo que yo tenía, lo había ganado porque me esforzaba y no porque le robaba a mi propia familia.

Sentí como el cuerpo de la chica con complexión de muñeca, temblaba a mi lado, tuve el deseo de sostenerla entre mis brazos y asegurarle que todo estaría bien, sin embargo, la parte de mí que gritaba que era su culpa, por no hacer caso a lo que le decía y meterse en donde no la invitan, me detuvo. Simplemente le di un apretón en la mano.

Luego intenté jalar de su cuerpo, hacía la salida, aunque tenía la sospecha de que no podríamos salir de allí tan fácil. No solo porque estaba custodiada por uno de los tantos hombres a los que ese niño rico tenía comprado, también porque era al mismo que había amenazado hace algunas noches, para que no se le volviera a ocurrir acercarse a Issia. Sé que no era mi deber protegerla, sin embargo, la parte de mí, la que estaba encantado con esa chica, me hacía cometer esas idioteces que ni siquiera valían tanto la pena.

—Ya lo pensé mejor. La verdad es que el dinero no me importa, pero si mi honor. Así que decide, la chica o una partida.

Casi me reí en su cara por lo que dijo. En todas las partidas que llevábamos jugando, me había ganado dos veces. Él estaba haciendo esto para tratar de impresionar a la chica a mi lado. Nunca había querido una revancha, era un mal perdedor, sin embargo, nunca había hecho algo como lo que acababa de hacer como intimidarme, pues desde la primera vez que nos enfrentamos y le gané, le quedó en claro que conmigo no podría. Pero yo no se lo pondría tan fácil, pues, aunque la chica de ojos ambarinos no lo supiera, ahora también era parte importante de nuestra rivalidad. Bien, no solo desde ahora, sino desde el momento en que su esbelto, pero curvilíneo cuerpo, se paseó por el bar la primera vez.

Hasta que lo olvideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora