Capítulo 31

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Escuchen la canción en multimedia mientras leen el capítulo, les ayudará a ambientarse mejor en las escenas

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Escuchen la canción en multimedia mientras leen el capítulo, les ayudará a ambientarse mejor en las escenas.

Collins

—Estás helada —exclamé después de colocar mi saco sobre sus hombros delgados y con extrema sutileza, subir mis manos hacía sus mejillas levemente sonrosadas por el frío—. ¿Puedo saber que hacías allí sentada sin nada que te cubriera del frío?

—Tan sólo necesitaba verte —murmuró, y aunque eso provocó que un inmenso calor se expandiera en mi pecho, no pude pasar por alto la tristeza que albergaban sus facciones—. Antes de que comiences a regañarme, tienes que saber que las paredes me estaban sofocando. Necesitaba oxígeno.

Su mirada rota no me decía lo mismo, algo más la estaba atormentando, pero después de tanto tiempo, tan sólo quería llenarme un poco de su calor, antes que nada, luego conseguiría la verdad.

—Vas a enfermarte por hacer esto —regañé, aún cuando ella pidió que no lo hiciera, pero me era inevitable no sacar ese lado protector mío cuando me encontraba a su lado.

—No si tu me ayudas a entrar en calor.

Al principio mal interpreté sus palabras, luego lancé una minúscula risa cuando su mano fría tocó mi mejilla. Cerré los ojos un segundo ante su tacto, y es que después de tanto tiempo, el poder hablar y estar así de cerca, era algo casi imposible de creer.

Porque si era realista, en mi mente jamás pasó que al regresar fuese a tener a Issia tan rápido entre mis brazos, y no era malo a decir verdad, se sentía extremadamente bien. Yo la había extrañado y mi corazón brillaba al saber que no era el único.

—Tu nariz está roja —comenté, al tiempo que pasaba mi índice sobre ella, lo que provocó que ambos lanzaramos una leve risa. La suya no hizo brillar sus ojos.

—Ha de ser alguna alergia al frío —observó el cielo, como si intentará ocultarme la verdadera razón. Estudié con más detalle su rostro, y debajo de ese maquillaje levemente corrido, me encontré con unas ojeras que delataban que estuvo llorando—. Tus manos están calientes, igual que tu rostro. ¿Estás feliz por verme, no es así?

Escuché sus palabras, sin embargo me fue difícil captar el mensaje que me transmitían. Verla tan rota y no tener una explicación, era algo que pondría mi cabeza a volar toda la noche hasta que confesará la realidad, porque ni de broma creería que estaba así por extrañarme, no, Issia no era así.

Sonreí para brindarle confianza, no iba a arruinar esto con preguntas incomodas. Al menos no aún.

—Cómo no tienes idea. ¿Me extrañaste? —Su respuesta no necesitaba palabras, tan sólo su mirar clavado en el mío, con leves destellos que desesperados gritaban el anhelo de tenerme enfrente.

—El tiempo era una agonía eterna —No era la única en pensar eso.

Una de mis manos dejó de masajear su mejilla y bajo hasta anclarse a su cintura. Esto la hizo dar un paso más cerca de mí.

Hasta que lo olvideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora