El viento se colaba por sus ropas y sábanas conforme se hacía presente el invierno. Sus manos ya no podían siquiera dejar de frotarse contra sus brazos mientras más y más se encogía sobre sí mismo.
La lluvia empezaba a caer en la oscuridad de la noche, golpeteando con sus gotas la ventana cerrada, creando un ritmo no violento, pero tampoco amigable, casi como si quisiera que se perdiera otra vez en esa mar de memorias e ideas que, ahora, se esfumaron para siempre.
En su pecho seguían las marcas, las secuelas, aquello que todo se guardó. Esos rastros de que algo hubo ahí, de que algo estaba ahí. Eso que él le dejó.
Fue uno de esos días lluviosos donde Arthur conoció a Alfred, ahí, bajo el techo de una parada de autobuses, donde ambos estaban por viajar a un lugar distinto. Alfred para explorar. Arthur para escapar. Las conversación no era muy energética, los dos estaban exhaustos y molestos con la compañía, por lo que al principio apenas tímidas risas se veían, casi formales, como un patrón que todos llevamos encima, como marcas.
Arthur estaba plagado de ellas, tantas que podían formar muchos mapas, océanos, tantas cicatrices que podrían haber sido una obra de arte si de grabaran en otro lugar pero no en su piel. Marcas que las personas dejaron, marcas que él se hizo, restos de su pasado, de cuando su fuerza aún no existía.
Quizá por eso se acercó a Alfred en aquella parada de autobuses, mientras sentía ese mismo frío que ahora, solamente que no era profundo. Porque ese frío no era capaz de dañar la piel o lo que tuviera en su pecho, no, no lo era. Tenía la sensación de que eso era por el calor que irradiaba el maldito americano a su lado, como un sol tan potente, tan radioactivo. Sí, lo definía como radiactivo, por el mero hecho de que, a la larga, éste podría hacerte mucho daño si te expones mucho. Y eso fue lo que pasó.
Le dió algo más que promesas que sabía que jamás cumpliría, le dió un hombro donde llorar, un espacio en su pecho que le duraría para siempre. ¿Qué hizo mal? ¿qué fue en lo que se equivocó? Le dió todo lo que tenía, le entregó todo a cambio de más de ese calor, esa vanidad, de poder ver el cielo tan azul como sus ojos, a cambio de un viento que lo despeinara sin que fuese una molestia. Le dejó a su cuidado algo que nadie había tomado jamás: su corazón. Y ahora que éste no estaba, ahora que él no estaba… ¿qué le quedaba?
Las huellas. Le quedaban las huellas de lo que fue, de lo que fueron, de lo que pudieron ser. Le quedaron solamente el rastro de un amor fallido, un corazón que jamás iba a ser devuelto. Y aunque sufriese, aunque le doliese… nunca iba a arrepentirse de haberse arriesgado a darle todo a cambio de su calor. Porque de esas huellas ahora vive, de esas nuevas marcas. Vive de ellas para no sentirse tan solo, para que la oscuridad no lo perturbe, porque es lo único que no se llevó.
Él y sus malditas huellas.
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30 Days Challenge.
Fanfiction• Multiparing • Fanfic's de Hetalia Espero que les guste leer mis ideas random/espontáneas ;3