XVII: Dientes. [GIRIPAN]

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Cuando lo vió acorralado por ese estúpido no estaba seguro cómo reaccionar. En ese instante no pudo controlarse, era suficiente, suficiente como para que dentro de sí empiece a nacer un odio que nunca antes había tenido. Una ira que... que... solamente desató su naturaleza.
No recordaba mucho de cuando se transformó, siquiera recordó en ese instante que se encontraba en un lugar abierto, simplemente se dejó llevar por esa rabia que empezaba a hacerlo temblar, embargándolo de la cabeza a los pies como si la tibia lava se deslizara en su piel. Lo último que sus recuerdos podían ver era cuando sus fauces se clavaron en el muslo de Sadik, haciendo que su sangre apareciera más tarde en su rostro, cuando Kiku y él se encontraban en el bosque.
El bosque... ¿cómo habían llegado ahí? Su pareja lo miraba con los ojos entornados, pues estaba cubierto de sangre y semidesnudo. Podía leer su expresión, era obvia, se notaba claramente que le temía. Le... le temía. Aunque su cuerpo no pareciese alerta ni tampoco deseara alejarse, había algo en él que le recordaba a todos cuando lo veían transformado en esa bestia. Lo estudió mejor, percatándose de que la manga de su camiseta estaba rasgada y parte de su espalda cubierta de tierra. Era obvio que lo había arrastrado hasta ahí...

—Kiku, yo... —Intentó explicar, sintiéndose débil, como si toda esa corrida con un cuerpo, pese a ser tan liviano como el de Kiku, en su hocico le empezara a hacer efecto, debilitando sus piernas, haciendo que sus agitados pulmones dejaran de trabajar como era debido. Cayó de rodillas con rapidez. —. Kiku...

Ya no quería estar con él, eso era seguro. Quizá después de probablemente haber atacado a Sadik en frente de todos hasta destrozarlo hizo que cambiara de opinión, que él era un peligro. Su mayor miedo se había hecho realidad... Él iba a perder a Kiku...
Miró al pelinegro que no se movió todavía. No estaba seguro de cuánto tiempo llevaban ahí, los minutos ya no parecían correr igual que antes, sólo era esperar y esperar una reacción, un golpe, un rechazo. Él lo sabía, se lo merecía.

El japonés, el cual era un chico de intercambio por unos años, se puso de pie y lo único que pudo hacer fue cerrar sus ojos para no sufrir por su partida. Era obvio que simplemente no iba a quererlo más, no iba a necesitarlo más en su vida. Verlo partir lo mataría para siempre.

Sim embargo... Kiku lo abrazó.
Su cálido cuerpo, la ropa que llevaba en realidad, rozó con su piel desnuda, probablemente llena de mugre por todo lo que había corrido. Se quedó en blanco cuando ese joven había realizado una acción tan inocente, incluso amistosa, solamente para él.

—¿Qué... qué es lo que haces? —preguntó Heracles, confundido, asustado quizá. No quería dañarlo, ni mucho menos que lo considerara un monstruo, algo que ya era. No quería ser su monstruo.

—Tranquilo —susurró en su oído con esa voz profunda que le sorprendió. —. Todo está bien.

—Pero...

—Shh... Todo está bien.

Levantó una ceja, apartándolo un poco para mirar sus ojos chocolate. Éstos lo miraron con cierto miedo, pero no era el mismo de antes, si no que parecía... Un miedo distinto.

—¿Qué es lo que haces? ¡Kiku, sálvate!

—¿Salvarme de qué? ¿de ti? —preguntó serio, igual que siempre. Intentó decirle que debía, sin embargo él entendía qué era lo que intentaba decir. —. ¿Quién te dió el derecho para que puedas decidir por lo que yo debo hacer? —añadió, sin mover un músculo de su rostro. —. Yo... Si quisiera dejarte, si quisiera irme, lo habría hecho hace mucho tiempo porque yo lo decidí, no porque me lo has dicho y... No pienso que seas capaz de hacerme daño, no como tú crees, por el simple hecho de que ya lo hubieses hecho de ser así —acarició su mejilla con cuidado, suspirando. —. Pero, siempre que me necesites yo voy a quedarme... quedarme...

Heracles abrió sus ojos celestes en medio de la oscuridad del bosque, sintiendo su cuerpo adolorido. Miró a su alrededor, notando que estaba en la cueva en la que llevaba bastantes décadas siendo recluso. Mordió su lengua, tratando de no llorar, de no llorar por el hecho de que ese día jamás existió. Porque, en vez de haber atacado a Sadik, había terminado asesinando a la única persona que amaba.

Sí, Heracles le había hecho daño a Kiku, como juró jamás hacer...

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Dibujo hecho por: httpxia ^^

Gracias <3

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