Day II: Pájaro. [ARGCHI]

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Cóndor.
Como el cóndor ojalá yo fuera.
Como el cóndor ojalá yo naciera.
Para tus ojos mirar
Por la vida entera.

Como el cóndor quiero ser.
Como el cóndor quiero renacer.
Para así mover
Entero todo tu ser.

Como el cóndor voy a morir.
Como el cóndor voy a vivir.
Así por siempre estar
con mi dulce Martín.

El salón de clases se quedó en completo silencio luego de que el profesor leyó aquel problema. Manuel sintió su rostro arder mientras miraba al docente, el cual bajaba al hoja para mirar a todos sus alumnos, posando sus ojos en el rubio aludido en dicho poema.

—Bueno, este poema es anónimo al parecer porque no tiene nombre —explicó, dejando la hoja con los demás trabajos. —. ¿Qué es lo que piensan?

—Que la persona que lo escribió está interesado en el Tinchito —dijo uno de los amigos del rubio. Martín rió ante esto.

—En efecto, sí, es alguien que está interesado en el señor Hernández. Se nota en esas palabras tiernamente redactadas —explicó. —. Pero no es eso lo que quería mostrarles.
» Quería demostrarles lo mucho que se puede explicar solamente escribiendo, las cosas que se pueden redactar, cómo los sentimientos de alguien tan puros se pegan en el papel o en cualquier tipo de obra...

Manuel intentó concentrarse en la explicación del profesor de literatura, sin embargo sus ojos se desviaron a Martín, notando que éste observaba a las muchachas para saber si alguna de ellas lo habían escrito. Claramente, todas le sonreían y saludaban coquetas, perdidas en su atractivo, sin ver más allá de lo existente. Y luego... Martín lo miró a él.
Sintió su pecho retumbar de una forma dolorosa, tanto que estaba a punto de llorar. No precisamente por algo malo, más bien por el hecho de que no podía reaccionar del todo bien.
El timbre sonó, oyendo como todos se ponían a hablar y armando un gran bullicio por toda el aula, despertando al castaño de su aturdimiento y volviendo su vista a la hoja. Se puso a guardar todo y rápidamente salió con la mochila al hombro para buscar a Arthur e irse lo más rápido posible.

—Eh, Manuel —escuchó la voz de Martín a sus espaldas conforme se iba alejando. Se detuvo un segundo, para luego seguir. —. ¡Eu, González!

Apresuró más el paso, casi llegando a correr. Intentó huir pero... Martín siempre fue muchísimo más rápido, gracias a los partidos amistosos que solían jugar en educación física. El rubio tomó su hombro, haciendo que ya no le quedara opción. Suspiró, volteando.

—¿Sí?

—¿Vos escribiste el poema, no? —dijo tan directo que un cosquilleo le recorrió todo el cuerpo.

—... Escucha, yo... El Arthur me espera.

—Solamente eso quiero saber, Manu. Dale, decime.

Por un momento dudó, mirando hacia otro lado y tratando de que eso no sonara tan extraño

Esperaba un insulto, un golpe, alguna mirada de desprecio por eso. Sin embargo, recibió en su lugar la sonrisa tierna del argentino.

—Sabía que lo escribiste vos, lo hacés muy lindo. Me gusta.

Dicho esto le dejó un beso en la mejilla, seguido de un "Hasta mañana", a la par en la que se iba. Y Manuel... Manuel ya se había olvidado como respirar, pensando que, quizá, todo fue por un poema de un pájaro que se dejaba morir si su pareja lo hacía antes.  

30 Days Challenge.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora