Day XV: Luz. [FRUK]

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Cuando alguien piensa en la luz sólo cree en la que te deja ciego, en la que quema tus retinas y la cual podría dejarte tantas enfermedades físicas como quisiera. La luz que todos podemos ver, ése es el tipo de luz en que las personas creen... Sin embargo, nadie se espera que exista luz de otros lugares, de personas... O de criaturas.
Tenía veinte cuando, una noche, en una casa de campo encontré un hadita, y aunque esto parezca muy adorable, realmente no lo fue. Al principio me pareció una burla; las hadas solían ser hermosas doncellas de cortos vestidos y figuras hermosas que, de existir, yo saldría con ellas. Sin embargo, esa noche, me di cuenta de dos cosas: 1) fui timado y 2) el hada que me tocó conocer es un desastre.
Voy a ser breve respecto a mi relato de esa noche: estaba de vacaciones en Inglaterra (país del cual no soy fanático en realidad), a pedido de mi jefe, un hombre escocés que me molesta demasiado pero es buena gente. El caso es que yo acepté tomar las vacaciones (a regañadientes) que él me ofrecía en su casa del campo, a la cual, con gusto fingido, fui por quedar bien. Obviamente, al llegar, me quejé en mi silencio de que lo único que había en la barra era de todo menos vino, además de que si quisiese ir a cualquier poblado (lo cual amo, por las lindas señoritas) que estuviese cerca me llevaría unos treinta minutos que no pensaba recorrer a pie. Era un lugar para aislarse, y cuando digo aislarse, es aislarse.
Luego de limpiar un poco el lugar y ventilarlo me sentía muy cansado, por lo que lo último que quería era dormir sin beber algo; tomé una botella de whisky y sin mirar su nombre, la bebí. No estaba tan mal, claro que no, aunque no me gustase del todo. Gracias a que era fuerte y me relajó, sirvió para caer rendidamente dormido sobre el sofá, lo único agradable en esa casa que tenía olor a madera húmeda. Y a partir de aquí viene lo interesante.
Cuando me desperté estaba muy desorientado del lugar donde me hallaba, puesto que el sonido de los grillos y esas cosas no eran algo a lo que acostumbrase oír, ya que nunca había ido al campo. Miré mi reloj y éste daban las dos de la mañana, a lo cual no dudé en volver a acomodarme y tratar de dormir... De no ser por una maldita luz verde no me dejó hacerlo. No estaba seguro en ese instante de qué era, sin embargo mis ojos notaron a esa cosa se metió en la casa, probablemente por la chimenea. A penas notaba que llevaba en sus brazos algunas pequeñas frutas que se encontraban dentro de la casa, puesto que mi sentido de alerta se activó al instante, ya que estaba por robarme. No me había visto hasta que yo me senté sobre el sofá y dije lo primero que pasó por mi cabeza:

—¡Suelta eso, maldito bicho de luz, es mi comida!

Bien, no fue del todo algo fino ni mucho menos digno de que un francés tan bien parado como yo diga, aunque de todas formas detuvo a la bestia que estaba robando mi comida (o parte de ella) para llevársela a su madriguera o lo que sea.
Se quedó quieta, batiendo sus alas a penas grité, para después empezar a huir y por lo cual empecé a perseguirla. Evité de que saliera por cualquier lado donde quisiera, ignorando que por el recorrido que ella hacía salía una estela de luz verde muy parecida a la brillantina, para luego ponerle fin tomando un frasco de mermelada vacío y metiéndola en el recipiente. En ese momento parecía gritarme en su idioma raro (¿hadanés? ¿hadaniol?), golpeando el cristal en el que estaba encerrada.
Me reí en su cara, puesto que me había hecho correr por todas partes, para después examinarla bien: su rostro era raro, venía en triángulo como el de cualquiera de estos bichos, sólo que en sus versiones femeninas se veía mucho más adorable, además de las orejas que terminaban en punta y las alas brillantes y largas en un color lima; tenía puesta ropa de color verde, un poco oscura, resaltando así su piel pálida y un par de gruesas cejas (admito que al principio creí que eran dos orugas viviendo en su cara) rubias que adornaban aquellos ojos literalmente verdes que carecían de irises. Lo bañaba una luz rara, como si fuese una lámpara, obviamente verde y todavía más chillón que sus alas.

—Pensé que las hadas eran más lindas —solté en voz alta en ese instante, luego de examinarla, pensando en las versiones de Disney y los libros a partir de ellas. Dejé el frasco sobre la mesada de la cocina luego de decir esto, oyendo una voz a mis espaldas gritar:

30 Days Challenge.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora