Day XII: Escritorio. [RUSPRUS]

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Los gemidos de Gilbert era lo único que se reproducía en la mente de Iván, mientras pasaba los dedos por las páginas de los informes que les había dejado en esa conferencia de prensa. El omega estaba en la cabeza, dando una explosión, mientras su jefe sólo iba y venía entre las hojas de papel, riéndose divertido se lo genial que sería ponerse de pie y tumbarlo sobre el escritorio, ante los ojos de esos estirados betas, dejando en claro que el albino era, es y siempre será suyo.
Acomodó sus lentes en un intento de mantenerse serio, complacido por sus palabras que dictaban puros números que no le parecían interesantes al menos en esa instancia, rozando sus dedos en la tabla de madera que se había vuelto el fetiche de ese juego que ambos tenían juntos.
El buró de su despacho tenía una única marca y era la espalda de Gilbert totalmente sudorosa, siendo testigo también de las miles de veces que se encontraron luego de arduas horas de trabajo, donde cualquier mínimo cambio en la vestimenta del menor era una excusa, una cosa para meterse con él.
Le sonrió con inocencia desde donde estaba al lado del proyector, con esos labios que miles de veces habían ido mucho más allá de lo que cualquier persona debía ir. Y, oh, amaba eso de su pequeño conejito, el cual lo volvía tan loco. Si el maldito escritorio negro hablara, podría decir en todas las posiciones que probaron sobre él, las veces que botó al suelo los objetos que estaban encima, las caricias que a escondidas le daba su empleado favorito en su entrepierna. De sólo pensarlo de forma perversa en ede instante sentía que el olor que estaba despidiendo sería demasiado fuerte, por lo que volvió a contenerse.
Gilbert volteó a ver a su jefe un momento, percibiendo con su nariz un perfumado aroma que le hizo sentir hasta la punta de sus dedos más pequeños, dejando ir un expresión nerviosa frente a sus compradores, quienes ignoraban la clandestina relación que ambos tenían.

—Y... Eso es todo —acabó de decir el albino, poniendo una forzada pero relajada mueca en su boca, recibiendo aplausos de todos, aunque los resaltantes siempre eran del oso soviético que pronto le daría un premio por ser tan servicial.

Oh, si esa tabla de madera hablara... Si ese escritorio de gruesa madera pudiera emitir palabra... Definitivamente, ambos se verían en un jugoso pero perfecto aprieto.

30 Days Challenge.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora