Day XXII: Blanco. [PRUAUS]

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Ese era el color de su cabello, tan pulcro, tan perfecto... Brillante y resaltante, igual que su piel, casi tan confundible con los copos de nieve. Parecía delicado, débil, alguien de profundos y duros cuidados, alguien que merecía protección, sin embargo el color intimidante de sus ojos volvía a cualquier hombre en la tierra tan víctima de sus manos rápidas que a penas podían darse cuenta que estaban muertos.
Roderich miraba con sus brillantes ojos morados desde su asiento en la gloriosa burguesía la fuerza y maravillosidad de ese demonio, el mejor guerrero de todo el mundo. Siquiera se arrodilló cuando entró, sacándose únicamente su casco, dejando ver su cabello y barbas resaltando, en esa habitación un tanto oscura, penetrando su interior con sus orbes, escudriñando en su alma de ser posible.
Tragó duro al ver tanta hostilidad derramada, como la sangre que solía dejar brotada de sus enemigos, viendo a esa salvaje bestia prusiana apretar la mandíbula al pedirle un duelo.

-¿Duelo, dices tú? Con el porte que llevas, no podrías siquiera atacarme como bien dictan las enseñanzas de los caballeros -mencionó con arrogancia el aristócrata, viendo como molestaba al prusiano, provocándolo a desvainar su espada.

-Pruébame -retó con esa voz ronca y rasposa el más alto, acercándose unos pasos a la vista de sus protectores. Roderich se removió en su asiento, pero no bajó su ego ni orgullo tampoco. -. No soy un caballero, en eso te equivocas, que no quiera ser tu caballero es diferente.

-¿Con qué clase de confianza has tú de tratarme? -espetó, escandalizado, poniéndose de pie. Una risa estrepitosa y rasposa salió de la boca de la furia blanca al ver como le temblaban las piernas al castaño.

-¿Debo tener confianza para tratar a las personas por lo que son? Tu título no vale nada, esa silla no vale nada. Tú no vales nada -respondió, pasando su casco a otra mano. -. Podrás ser un caballero, un miembro de la nobleza, pero te faltan las pelotas para realmente valer algo, lo que realmente vale un hombre, querido... ¿cómo le dicen? Ah, sí, "señorito".

Eso fue suficiente para que el más bajo se acercara, tratando de propinarle una cachetada a una de las mejores fuerzas que podían existir en el reino de Prusia. Sin embargo, el coraje y su obvia debilidad no eran lo mismo, por lo.qué fue detenido con una sola mano por ese monstruo blanco, a la vista de todos los que le guardaban un mínimo respeto. Su muñeca fue apretada, con rudeza, pues el prusiano no iba a doblegarse.

-Puedes ser miembro de la realeza, mandar sobre estos idiotas, pero al fin y al cabo no vales nada. Nada del dinero que tengas va a servirte, aristócrata, porque es sólo plata material -dijo tan calmado el otro, cerca de su cara, a metros de su nariz respingada. -. Eres el rey de estos inútiles pero jamás vas a ser el mío, Roderich Edelstein, para mí sólo eres un idiota flacucho que vive para tocar el piano y pedirles caprichos a los demás.

Lo empujó, haciendo que cayera al suelo, para después arrodillarse frente a él y acariciar su rostro con obvia frialdad.

-Fui tu guerrero, pero ya no lo seré más, porque a partir del día de hoy mi reino le pide guerra al tuyo... Y tú, con tus soldaditos de juguete, van a perder el poder que les queda, ¿me oíste? -Esto último lo dijo jalando de su camisa tejida por quién sabe cuántos artesanos experimentados o cosas así. -. El reino de Prusia va a acabar con todo, incluyendo tu piano y esas cosas que tanto quieres... Así que despídete de lo que te importa -dicho esto último, lo soltó bruscamente, dejando que cayera sobre las escaleras de alfombra, haciendo resonar sus botas por ellas.

-... Entonces te digo adiós -dijo alzando la voz, haciendo que el albino se volviera. -. Gilbert Beilschmidt, yo, Roderich, me despido de ti.

-¿Qué?

-Dijiste su me despidiera de lo que más importara. Y yo me estoy despidiendo de ti.

El mayor solamente lo miró arrugando el ceño y volviendo a su camino, pretendiendo que aquello no le importaba, sin embargo, aquel blanco ser, como lo sugería el color de su piel, era tan puro e impoluto que hasta su corazón se vió afectado tras esas palabras. Pero lo hecho hecho estaba y no iba a doblegarse a entregarle guerra a ese idiota, dispuesto a darle una de las más sangrientas.
Nuevamente, ese blanco iba a teñirse de un profundo rojo.

30 Days Challenge.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora