Day XII: Ceniza. [PRUMANO]

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Después de que el fuego que lo constituía hubiese arrasado, después de que las flamas por fin lo consumieron, después de que todo lo que él creía cierto se desmoronara, ahí aparecieron sus gruesas y profundas cenizas, ensuciándole los dedos, pegándose en su nariz y ropa, sin apartarse de lo que sus pecados cometieron.
Consumido casi como una vela, perdido pero no derretido, él seguía con vida en ese mundo, pisando esa tierra con esas cenizas cargadas en la espalda que ya no podría dejar, tan espesas y pesadas que ni juntando todas las que los volcanes del mundo expulsaban cuando erupcionaban podían compararse con ese enorme peso que podría cargar consigo el resto del tiempo que tenía con vida. Pensaba que ya era hora de detenerlo, de pararlo, de dejarlas caer y empezar otra vez como solía hacer, pero jamás iba a hacerlo solo. Necesitaba a alguien que las soplara, que las desvaneciera o que las regara en otra parte que no fuera en él mismo.

Y creyó que no encontraría a nadie capaz de hacer eso, hasta que cierto chico de cabellos casi cenizos hizo que éstas ya no existieran, como sus heridas y cicatrices. Porque Gilbert, de alguna manera, estaba ahí para borrar cualquier rastro de daño que alguien más dejó en Lovino.

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