Day III: Vela. [RUSPRUS]

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Llovía con fuerza afuera, mientras en el interior reinaba la oscuridad, la eterna y profunda oscuridad. La única cosa que lo mantenía cuerdo eran las flamas que emanaban del objeto compuesto de cera, manteniéndolo tranquilo, un poco cálido e incluso menos asustado de su entorno.
La oscuridad era su debilidad, por la cual estaba dispuesto de encender una luz en cada momento, su eterna enemiga y su mayor miedo, siendo salvado por esa vela blanca que, por suerte, estaba a mano. Pero no precisamente le temía a la oscuridad, no, Gilbert no era tan cobarde, jamás lo había sido. Temía a algo diferente, a algo mucho más profundo y rebuscado que la inexistencia de luz.
Sintió una respiración en su nuca, la cual hizo que todo su vello se erizara. No volteó, no, no se iba a atrever a buscar en un lugar que no fuera cercano a esa vela, porque si apartaba la vista... Él iba a apagarla.
Los pasos a su lado parecían ser a propósito fuertes, pesados, como si trajera algo muy pesado consigo. Gilbert siguió con la vista baja en la tambaleante flama.

—Es de mala educación no voltearse cuando alguien te llama —escuchó que decía, sin embargo seguía tan quieto como una estatua, congelado por parte del pánico que tenía. —. ¿Ya no hablas? La última vez que me dejaste verte sí lo hacías y mucho, conejito.

Por reacción acarició sus muñecas, volviendo a sentir su fuerza sobrehumana sobre éstas. No dejó de ver la luz de su vela.

—Ahh, extraño tu voz. —La criatura frente a él se acercó un poco a la luz, dejando ver su rostro, el cual tenía una mancha de sangre en la mejilla. —. Era muy... Peculiar, ¿sabes? Aunque pude oírla cuando tus amigos venían y eso. ¿Al fin conseguiste pareja?

Los ojos amatistas del demonio relucieron en su anaranjada luz y es que se estaba desesperando. Gilbert quería subir su mirada, mas le era imposible. Su fuerza de voluntad seguía impuesta en no caer en sus trucos, en sus juegos, en no responderle. Y es que si lo hacía... Iván iba a hacerle esas cosas que todavía no lo dejaban dormir del todo.

—Has crecido mucho todo este tiempo... Tu cuerpo se ve tentador, ¿sabes? Muero de ganas por probarlo otra vez... Si te alejaras de la luz sólo un momento podrías... Satisfacerme, ¿no?

El albino negó con la cabeza, acercando su cuerpo a la vela, sin importarle que le irritara los ojos. Iván no parecía contento.

—Ah, ¿por qué no? Seré dulce contigo, Gilbert, no puedo... No puedo hacerte daño.

Sacó su cruz de su cuello. El monstruo se removió un poco al ver ese instrumento, y más cuando empezó a recitar las oraciones:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre...

—¿Crees que eso va a exorcizarme, pequeño? —espetó molesto Iván, frunciendo el ceño. Mientras más palabras salían de la boca del albino, más dolor de cabeza le daba.

Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad tanto en la tierra como en el cielo...

—Estamos conectados, conejito, conectados. Eres mío, mío, y a menos de que tú mueras a manos de otra persona yo voy a seguir existiendo hasta atormentarte —siguió diciendo, con esa voz que lo hacía sentirse adormecido. Pero no podía comer de la fruta de la tentación.

Danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden...

—Vamos, mírame, Gil... —Esta vez, su voz sonó suave, dulce. Su mano pálida apretó la cruz para no dejarse llevar por sus perfumadas palabras.

N-No nos dejes caer en... En la tentación...

—Extraño tus ojos, lo único que... Que haría que me fuera de aquí sería una última mirada. —Iván pasó detrás suyo, suspirando en su oído. —. Gilbert —su voz grave lo hizo temblar. —, por favor, mírame otra vez. Mírame y me iré, lo prometo.

Y libranos del...

—Sabes que yo no soy el mal... Ven conmigo, por favor, acompañame. Puedo darte lo que quieras, puedo hacerte sentir bien. Porque sé que eso te hizo sentir muy bien.

Se quedó helado con esas palabras, sintiendo sus ojos aguarse otra vez. La voz no le salía, como si ese demonio la hubiera borrado. Tocó su cuello, buscando su cruz, sin encontrarla con el tacto. Se desesperó, volviendo la vista hacia abajo y en ese momento que no observó la luz la vela se apagó.
Y, por fin, la noche reinó por fin.

30 Days Challenge.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora