Day XXX: Píldora. [RUSENG]

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N/A: Para los que leyeron la actualización anterior, supongo que notaron que estaba incompleto el final. Acabo de corregirlo, fue un error de Wattpad así que, por favor, disculpen el mal entendido. Gracias por leer.

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—Tú no eras así —dijo él. Me reí—. ¿Qué has hecho contigo, Arthur?

—Ese es el punto, Iván —contesté, mirando sus ojos violeta—. Ese es el punto, Iván, el que yo ya no sea yo.

Me veía como nunca me había visto antes, como si no me reconociera. Parecía ver a través de mí, siquiera estaba escudriñando mi ser, mis orbes. Todo él parecía oscurecido, irreal. Toda esa situación me era irreal.
Le estaba sonriendo, eso me acuerdo. Le sonreía como si no me importara que él estuviera tomándome del brazo, tratando de apartarme de todo el desastre que había hecho con mi vida. Le sonreía casi como si no me importara él. Casi.

Me soltó con brusquedad cuando empecé a reírme sólo un poco. Parecía enfadado, furioso quizá, pero no me importaba. Al menos quería que viera eso de mí.

—¿Pensaste que yo te quería? ¿pensabas que en algún momento todo esto me importó? —dije, sonando hasta superior, burlón. No lo sé, no puedo palpar ahora esa sensación porque ya no existe en mi interior—. ¿Creíste que todo esto duraría para siempre? Confiaste en la persona equivocada. Un drogadicto va a ser un drogadicto toda su vida, te guste o no. Así que métete tus emociones, tus estupideces cursis en una maleta y vete de una vez. Vete de mi vida. Nunca me importaste y, en serio, moría de ganas de que te fueras de una vez.

¿Cómo es que mi vida cayó tan bajo? Todavía, en la oscuridad, me sigo preguntando eso. A mi alrededor, había tantas píldoras que probar, tantas cosas que meterme, cualquier cosa. Necesitaba quemar mis pulmones, destrozar mis vías respiratorias, matar mi cuerpo y eso había hecho desde que se marchó. Sin embargo, mi cerebro seguía ridículamente vivo.

Conocí a Iván en una universidad cercana. Siempre me pasaba por esos lugares, habitación por habitación, buscando a los que me compraban cada día, saliendo de mi taller y dejando en sus puertas mis "píldoras medicinales". De todas formas, a todos les daba un efecto medicinal. A mí, desgraciadamente, no me funcionaba.

Yo me encontraba por esos lugares aquel día, bastante tarde por la madrugada, cuando con el último recado de ese día me detuve en su puerta. La golpeé, una, dos veces, hasta que él me abrió.

—¿Precisa algo? —me preguntó con voz adormilada. Fruncí el ceño, puesto que su voz no encajaba con el chico del pedido.

—Un tal... Jones encargó unas pastillas medicinales —dije, haciendo memoria lentamente, mirándolo serio—. ¿Eres Jones?

—Por suerte, no —respondió, tallando uno de sus ojos, aunque no parecía confiar en mí: estaba en una posición con la cual podría cerrarme la puerta en la cara si trataba de hacerle algo—. ¿No es extraño que alguien como tú esté repartiendo, eso que dijiste, pastillas medicinales, a estas horas de la madrugada?

Teniendo en cómo van las cosas, es notorio el hecho de que nuestro primer contacto no fue el mejor. Desde un principio estuvo juzgándome por mi aspecto –llevaba puesta una camiseta sin mangas dejando ver mis tatuajes, unos pantalones llenos de cadenas y rasgados, mis botas militares y los piercings que se notaban a dos kilómetros de distancia–, sintiéndome de alguna manera colérico por ese hecho. Me paré en frente, lo suficientemente recto, tratando de encararlo pese a diferencia de alturas para demostrarle con quién se estaba metiendo.

—¿Y eso qué? ¿vas a hacer más preguntas? ¿eres un maldito policía o qué? —escupí groseramente, disgustándole como nunca en la vida.

Siendo honesto, esperaba que me golpeara, no iba a ser la primera o última vez que lo hicieran –gran parte de mis tatuajes tapaban no sólo moretones, si no también varias cicatrices que jamás se alejarían de mi piel–. Sin embargo él no hizo nada de eso, por más de que estaría dispuesto, sonriendo socarronamente, detalle que hasta el día de hoy sigue molestándome.

30 Days Challenge.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora