Day VIII: Fuego. [SPAMANO]

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Es curioso como un simple cerillo haría todo desaparecer, cómo con sólo un objeto inflamable todo podía ser consumido por esa bestia descontrolada que podía ser este bello ser. Pueden considerarme un enfermo, de los grandes, por amar la forma en la que las flamas de este precioso monstruo podían trabajar, queriéndole mucho más que a mi pareja.
Conocí la forma del fuego una noche, cuando por algún motivo sentí calor y la garganta seca. Roderich parecía no inmutarse por eso, puesto que seguía durmiendo al lado mío con total serenidad, mientras que yo estaba casi ardiendo. Decidí salir de la habitación, notando que era un sauna todo lo que estaba fuera, como si cada vez que me acercara a un lugar específico el calor intensificara todavía más. 
Bajé las escaleras, llegando al piso de abajo, donde el calor se hacía más irresistible, más mortífero que antes. Quise detenerme, no es como si yo fuese un masoquista ni nada, simplemente mi cuerpo me decía que me acercara a ese ardor, casi como si me llamara. Y, entonces, empecé a escuchar mi nombre con sólo pensarlo. Me sentí mareado cuando la voz parecía ser más cercana mí, cuando estaba a tan sólo unos pasos, preguntándome cómo es que seguía con vida hasta ese punto. Y, en ese entonces, vi ese par de brillantes ojos.
La figura que estaba sentada en mi mesada me sonrió como si el verme fuera una gracia muy grande; con el cabello castaño cayéndole por el rostro y un par de orbes olivos que relucían como una linterna, la personificación del dios del fuego se hacía presente en mi cocina.

—Buenas noches —me saludó con cierta ternura y persuación en su voz, pareciéndome atrayente desde un principio, con esa piel morena que relucía con la luz de la luna.

—Buenas —devolví el saludo. Pensé en que deseaba acercarme, tocarlo, sentir qué tan cálida era la piel de ese ser, si era casi como la de su voz. Fue suficiente que lo pensara para que se pusiera de pie y se acercara a mí con pasos contoneantes, pareciéndome una perdición desde un principio.

—Supongo que te preguntas qué hago aquí —mencionó el ser. Tragué saliva, aunque mi garganta seguía siendo seca. Asentí. —. Bueno... dicho de una manera especial, podría decirse que fuiste convocado a ser de mis predicadores.

—¿Predicadores? —pregunté curioso, viendo cómo se paraba frente a mí. Había una diferencia de altura notoria.

—Sí, Antonio, eres perfecto para esto —acarició mi mejilla, sintiendo sus dedos cálidos tocarme. Era agradable. —. Tu pasión, tu deseo, tu juego... Eres perfecto para este trabajo, eres el perfecto para mí.

Sentí mi cuerpo estremecerse con esas palabras, poniéndome a su merced. El dios me sonrió, viendo como sus dientes brillaban intensamente igual que sus ojos, acercándome a él con tanto cuidado hasta el punto donde el calor de su boca llegó a rozar con ternura la mía.

—Eres mío —susurró antes de que, finalmente, me besara con fogosidad, deslizando sus manos por mi piel, poniendo sus dedos en mis brazos, llenándome de calor hasta tal punto que mi anillo de bodas acabó derritiéndose. Y ese calor aumentó una vez que nos separamos.

—¿Qué tengo que hacer para tener más? —pregunté con picardía, cautivado por lo maravilloso que era, por lo perfecto que parecía ser.

—Quema este lugar, destrúyelo, bórralo y ven conmigo —susurró, a lo que asentí con decisión.

No recuerdo mucho el proceso, la forma en la que finalmente llegué hasta mi patio trasero con una línea de gasolina en frente, mientras en mis manos tenía la caja de cerillas. Lo que puedo recordar con total lucidez es el placer que se sintió en el momento que rasqué aquella punta con la caja, encendiéndolo automáticamente, para finalmente dejarlo caer y ver cómo el espectáculo comenzaba... Cómo por fin escapaba de todo aquello que jamás me importó del todo... Cómo finalmente fui tomado por el dios del fuego, el cual me acogió como su favorito.
Sentí un grande placer cuando, esa noche, por fin, me deshice de Roderich y toda esa mentira que llamaba amor.

30 Days Challenge.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora