Day XIII: Comida. [ITACEST-GERITA]

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La comida de algunas personas suelen emocionar, de tal manera que sientes que te quiebras por dentro, tanto que acabas dejando escapar tantas emociones que uno siempre guarda muy en lo profundo de su interior.
Lovino sentía eso cada vez que probaba la comida de su hermano y es que para él nunca existiría mejor comida que la suya. De tantas veces que la probó, muchos experimentos que realizaron juntos, su corazón estaba encantado, perdido, envuelto en tanto calor y cariño que pronto fue olvidándose del sentimiento fraternal que le tenía.
Todos los días, Lovino trataba de ganar dinero para comprarle las especias que su consentido hermano quisiera. Todos los días cumplía sus caprichos, cuidaba de él... Hizo siempre lo posible para ganarse una sonrisa suya, un simple "para ti" en la decoración de todos los postres y comidas que llevaran algo escrito. Porque Lovino se había esforzado en ser el único que probase su comida y no quería nada más en esa vida... Hasta que llegó ese bastardo, a quebrarle el corazón a su tierno hermano.
Con su porte alto, mirada altanera, serio, tan serio como un soldado y tan antipático como un nazi. Así es como describía a la basura alemana cuando entró en su casa, haciendo que sus celos saltaran como aceite hervido. Su pecho dolía a cada segundo que su hermano parecía pasar de él, dándole más interés a su nuevo "amigo". Sí, "amigo", porque estaba seguro de la tensión sexual que existía entre los dos... Y eso era mucho peor para alguien como el más viejo de los italianos.
Trataba de no odiarlos, al menos no a su hermano, porque él realmente lo quería. Lo quería tanto que ni siquiera se daba cuenta de la estima, del cariño que realmente le tenía al veneciano... El problema siempre fue el alemán, tan estúpido, tan insufrible... Siquiera su nombre podía mencionar sin sentir asco, rabia, tanta... Porque, si no se hubiese aparecido en su vida, la comida de Feliciano hubiese sido suya... Y ahora, ahora solamente se veía obligado a compartirla, tanto como compartir a su hermano...
A veces se molestaba consigo mismo. Por ser tan egoísta, por querer todo para él. Pero algo que le molestaba más de sí era el hecho de no haber tenido ese valor que usaba para enfrentarse al alemán mucho antes, para así haberle dicho a su hermano lo mucho que quería que sólo fuese suyo... Igual que su comida... Igual que todo lo que ellos compartían de a dos. Grande fue su error, su estupidez, como para no pensar que algún día existiría un tercero entre los dos. Oh, qué idiota fue.

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