Eres chica.

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Las clases fueron normales y por fin el recreo se hizo presente. 

Me arrastré hasta mi casillero y una risa muy conocida se hizo en mis oídos. 

Red. 

Un chico que fue conmigo hace dos años, siempre me pareció el más apuesto y preciado chico. Claro está que en ese entonces yo jamás me depilaría las piernas, ni tampoco usaba un sostén para llamarle la atención. Mucho menos era femenina y se me daba mejor escupir que hablar. Entonces, sí. Esa es la impresión que tiene sobre mí. 

  —¿Lola?—gruñí para mis adentros, pues mis plegarias no fueron escuchadas y por él fui notada. 

—¡Hey!—dije forzando una sonrisa, él me miró de arriba a abajo y pude ver su lengua pasar levemente por su labio inferior. Ahora que lo veía bien... no era tan perfecto. Tal vez porque me rechazó muy mal cuando me declaré. 

—Pero mira que te transformaste—dice analizándome con cuidado

—Creo que estoy igual que siempre—digo encogiéndome de hombros, hablé lo más seco posible y él arrugó su rostro en una expresión de pena. 

—¿Sigues molesta conmigo?

—Creo que eso fue suficiente pitufo, ve a hablarle a la pared—mi hermano apareció detrás de él, haciendo que refunfuñara y siguiera con su camino, no sin antes guiñarme un ojo. 

Miré con desgano a mi hermano quién pasó su pesado brazo sobre mis hombros. 

—¿A dónde te apetece ir?—dice sin dejar de caminar

—¿Con los gemelos?—respondo en duda como si fuera la respuesta completa, mi hermano ensancha su sonrisa y niega

—Este recreo te lo dedicaré solo a ti, hace mucho tiempo no pasamos juntos... además traje tus dulces favoritos—me muestra una bolsa verde con mis dulces de la infancia y le hago un puchero cuando vuelve a guardarlos. 

—¿Y tu novia?—digo desviando mi mirada a la alborotada melena de la morena. Nunca entendí como las mujeres con cabellos rizados lograban vivir. 

—Ya tendré mucho tiempo para ella, pero mi prioridad eres tú. Parece que no quieres estar conmigo, ¿quieres que volvamos con los gemelos?—niego con una sonrisa y me encuentro viendo al inmenso campus. Al lado de él se encontraba la cancha de baloncesto y a su lado la de fútbol. ¡Ese era mi lugar!

—¡Hoy iré a inscribirme!—digo con emoción, mi hermano se aclara la garganta y suspira

—No creo que eso sea posible... han cerrado el equipo femenino—dice incómodo. Mi boca cae al suelo

—¿Y esperas hasta este preciso momento para decirme?—él se encoge de hombros

—Te lo estoy diciendo ahora, no veo cual es el problema—ruedo mis ojos bufando molesta y gruño otro montón más. 

—¿Y ahora qué haré?—digo rascando mi nuca

—Prueba otro deporte, puede ser baloncesto... o tal vez porrismo—dice señalando a un grupo de chicas sentadas con uniformes iguales. Lo miro indignada

—Sabes que no soy muy buena manejando eso de las amistades, mucho menos las femeninas—él se encoge de hombros una vez más y saluda a los gemelos que estaban a unas gradas menos. —¿hace cuanto lo han cerrado?

  —Desde que entré, creo que unos años anteriores a que yo entrara lo cerraron. Eran muy malas—dice sin dejar de comer. 

Escuché a uno de los gemelos eructar y miré hacia ellos. ¿Estaban haciendo el abecedario?

¡Corriendo en TACONES!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora