Bibliotecas

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Durante mis días libres busqué trabajos de medio tiempo, sabía que pagar la renta me costaría caro. Y que mi tía no estaba bromeando. No tenía experiencia en nada más que fútbol y la mala suerte. 

  —¡Hola! He visto el cartel afuera de que buscan un empleado de medio tiempo, ¿puedo obtener una entrevista?—pregunté entrando a la tienda de discos de música, pero una vez más negaron mi entrevista. 

Me rendí por el día y caminé alrededor de la plaza donde unos chicos andaban en skateboard. Me acordé de la mía y me di cuenta que hacía tiempo que no andaba en ella. Tal vez porque entre los entrenamientos, mis primas y el colegio no he tenido tiempo de nada. 

—¡Oye! ¡Pásala!—miré el balón que se dirigía a mis pies, lo pateé de vuelta y vi como se estrellaba contra el rostro del hombre que pedía el balón. 

—¡Ay! ¡Por la santa Juana de los waffles! ¡Ya lo maté!—corrí hacia él y miré si todo se encontraba en orden, ¡estúpida si está inconsciente en el suelo!

  —Oscar, ¿estás bien?—una mujer se arrodilló a su lado y lo intentó despertar, al cabo de unos minutos de intentarlo el hombre respondió y se sentó despacio

—Lo lamento muchísimo, normalmente no soy tan descuidada pateando un balón—dije ayudándolo a levantarse, él me dio una carcajada nerviosa

—No te preocupes, un viejo como yo no debería estar jugando al balón—dijo abrazando a la mujer. Cuando la analicé pude ver un increíble parecido entre los Phillips y ella, aunque los hermanos también compartían un increíble parecido con su padre. Pero su madre más fea que un sapo no podía ser. 

—Charlotte y él es Oscar  —dijo extendiéndome la mano con una sonrisa

—Lola—dije aceptando el apretón de manos

  —¿Qué haces en este hermoso día tan solitaria?—preguntó Oscar

—Pues me suspendieron del instituto, y ahora debo buscar trabajo de medio tiempo porque me castigaron. Y ustedes no debían saber eso—dije golpeándome mentalmente por mi boca suelta—solo me pasaba una vuelta por la naturaleza entre la ciudad 

—¿Qué experiencia tienes?—preguntó la mujer con una sonrisa amable

—Dime que no en patear balones—bromeó Oscar

—En realidad solo tengo experiencia en fútbol—dije rascándome la nuca, ella miró a su esposo (la verdad no sabía si eran esposos, yo simplemente lo supuse)

—Soy dueña de una pequeña biblioteca. Últimamente ha estado muy ocupada y no me sobraría un poco de ayuda. ¿Te interesa? —miré a ambos y sonreí, pero luego mi sonrisa se desvaneció por duda

  —¿Cómo sé que no me llevarán a un lugar y luego me venderán para que me saquen los órganos y los vendan en el mercado negro?—pregunté arqueando mis cejas, Oscar comenzó a reír y señaló una pequeña tienda de ventanas grandes y puerta de vidrio

—Esa es la pequeña librería—dijo, en efecto se veía pequeña y un poco al estilo viejo. —Yo trabajo como empresario deportivo—dijo dándome su tarjeta de negocios—tal vez pueda verte jugar en tus partidos de fútbol—sonreí tímida y asentí

—¿Qué debo hacer?—los tres caminamos hacia aquella tienda que reposaba en la esquina de la calle. Apenas entramos mi boca cayó al suelo. Parecía pequeña por fuera, pero dentro era inmensa. Incluso tenía un espacio para comprar un café y los estantes llegaban hasta el tejado que era bastante alto a decir verdad. Tenía un segundo piso y el suelo era de madera, era un lugar bastante acogedor pero trabajar aquí solo debía ser bastante duro. 

¡Corriendo en TACONES!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora