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 Mi vida ha fluctuado entre la felicidad y el sometimiento, desde pequeño me enseñaron un camino extraño de amor, en donde ser inteligente era apegarme a personas, situaciones,cosas, dejando los sentimientos aparte. No quisieron hacerme daño y sin embargo lo hicieron y para no quedar mal, lo confirmaron diciéndome "lo hacemos porque le amamos", y ahí empezó creo yo, el circulo del sufrimiento, finalmente ni ellos, ni yo pudimos ser plenamente felices.

Llegue a confundir el amor, con la satisfacción, por eso disfrute de muy poco, viví instantes fugaces, pasajeros, transitorios que llegaron en medio de la ansiedad. Ese sentirme amado me fue indiferente, de pronto el amar se me hizo difícil, no estaba preparado para aceptar a las personas con sus propias características, con su hoja de vida individual, original, única, escrita a su modo y con las experiencias de cada uno, esto nunca lo logre asumir y lo acepte sin quererlo.

Cada persona que llegaba por algún motivo a mi vida, la aceptaba porque debía aceptarla, porque la vida me la ponía al frente, había algo de disfrute pero sobre todo indiferencia. Eran puntos afectivos que quedaban en suspenso, sin alterarme, porque ya estaba programado para aceptar lo que viniera.

Rebelarme y no aceptar era dentro de mi constitución heredada, un imposible. De ahí mi conformismo y el índice bajo de mis emociones y sentimientos que a la larga se manifestaban con expresiones muy recortadas, que no alcanzaban a cubrir una vida emocional plena. Era como una colcha de retazos, que me llevó a aceptar lo que se me iba presentando así no me gustara o no me pareciera. Era el miedo a fallar dentro del cronograma impuesto.

MI vida sentimental quedo tapada por la razón, "el corazón tiene razones que la razón no entiende". Ser más inteligente, sobresalir, hacer dinero, tener un puesto importante, un status, amistades rentables, "ser el mejor", esa debía ser mi meta. Pero yo estaba en otra mundo totalmente diferente, sin embargo, tranquilamente sin oponer resistencia lo aceptaba. En esta disputa el sentimiento noble del amor desapareció y entró a jugar un sometimiento, con un miedo escondido nunca manifiesto. Mi vida cambio cuando por imposición de mi padre tuve que viajar a Colombia y hacerme cargo de sus negocios, eso fue para mí una liberación interesante que me llevo a vivir casi nueve años aislado pero feliz. Como hubiera gozado pintando, escribiendo, viviendo en Ámsterdam, al lado de mi maestro, envejeciendo allí, talvez con una mujer a mi lado tan despreocupada de vivir como yo y amándonos a nuestra manera libertaria, sin exigencias de ningún tipo, pero lo cierto es que no se dio.

EL PINTORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora