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Empieza la época de lluvia, lo aburrido es que no llueve con fuerza, llovizna, lo que hace que no salga el sol y el ambiente se vuelva aburrido, me dedico a mi trabajo y lo realizo en la empresa. Hoy me acosté temprano para poder chatear con mi padre, quien siempre tiene ofertas increíbles de trabajo para mí. Me pasó a mi madre, estuve conversando con ella como dos horas. Ella me extraña mucho, se quejó, diciéndome que no es justo que después de tener tres hijos se encuentre sola. Tú con un océano por medio, un hijo que va y viene por el mundo sin saber dónde está y una hija que viene de vez en cuando. Hicimos una oración pidiéndole a Dios por la salud de mi padre, me contó como en secreto, que papá ha perdido mucho la vista y poco oye, aún con audífonos. Traté de tranquilizarla diciéndole que todos estamos pendientes de ellos y los queremos mucho.

Me manifestó tristeza de no saber de su Cartagena del alma, parecía que había chateado con mi madrina desde Alemania y tenían un deseo muy grande, volver a Colombia. Que bueno, me expreso, que tu papá volviera a ver ese mar donde trabajó tantos años y allí encontrarnos todos. Llorando me manifestó querer ver a su familia, hace años no veo a mis hermanos. Había una expresión de tristeza que me llevo a decirle. Tengo una idea excelente, voy a organizar ese viaje y en que época del año podríamos hacerlo. Sentí que esta idea la puso feliz y nos despedimos. Al chatear con mi hermano, con mi hermana y con el esposo de ella, sobre esta posible excursión, sentí que en todos hubo una emoción y un deseo de llevarla a la práctica. Quedaron avisados del viaje y con tiempo suficiente para planear y organizar las fechas más convenientes para todos.

Esperé, que Magnolia saliera del trabajo, me hice el indiferente, fue ella la que me saludó y me explicó que le era un tanto difícil leer ese libro, pero que le iba a dedicar tiempo, que le gustaba montar en bicicleta pero que no tenía, quería saber si yo podría prestarle la mía. Tengo una bicicleta no muy nueva, si quiere el domingo viene y vamos de paseo a los parques. No le disgusto la idea y quedamos de hacer la salida. Como yo no tenía esa bicicleta, me fui a buscarla al mercado de los "usados". El día lo pasé tras la consecución de dicha bicicleta. Me sorprendió porque el sábado llegó muy temprano, la invite a entrar, iba de afán, me contó que la mamá quería comunicarle algo muy especial, que quedaba aplazada la salida al parque.

Me sentí malhumorado y solo. Adiela no vino a trabajar y n o me aviso, me hacía mucha falta, me había acostumbrado a que el sábado y el domingo me llevaba un exquisito desayuno a mi cama, arreglaba la casa y ponía todo mi desorden en un orden prefecto. Me disgustaba que no hubiera llegado, su ausencia y la excusa de Magnolia me fastidiaban.

Adiela no tiene un contrato fijo, establecimos que viniera los fines de semana y el día miércoles, lleva varios años conmigo y somos buenos amigos y confidentes. Ella está contenta con el salario, con sus prestaciones, no me he querido meter en su vida familiar para no entrar en relaciones con otras personas, ella y yo tenemos unas reglas tácitas que aceptamos, por lo general no se mete en mis asuntos, ni mucho menos en mi trabajo, cuando me hace sugerencias es directa y culta, en el barrio no entra en amistad con nadie, ni se presta a habladurías. Vive en un sitio distante, cuando sale, se va rápido para su casa, nunca me ha contado sus problemas, ni me ha pedido ayuda económica, trabaja bien, es ordenada, aseada, cocina delicioso y si alguien llega de visita lo atiende sin meterse en la conversación. Es una empleada excelente, en los años que lleva conmigo.

El haber comprado esa segunda bicicleta me parece algo tan infantil de mi parte, creo que todo esto me hace sentir mal, tal vez es la primera vez en mi vida que siento rabia. No he comido nada, ni deseo hacerlo, aunque Adiela me dejó algo preparado. Si no tuviera esta ambivalencia de carácter, revisaría la maleta de Lucy, pero de cambiarla de lugar no pasa.

Hoy lunes de puente llegó Adiela como a las tres de la tarde. Tenía ansiedad, no había comido, creo que me siento mal. Adiela no ha aparecido, ella debe venir sábados y domingos y solo aparece hoy, lunes festivo y a las cinco de la tarde. Resolví olvidar el incidente y pensé que cuando las cosas y las personas se salen de nuestro modelo, nos desestabilizan, permanecemos tranquilos pero cuando nos mueven el piso donde estamos parados nos salimos de casillas. Dentro de cada persona hay un acondicionamiento y si este no funciona, se pierde esa paz interior y descansamos echándole la culpa al que primero aparece y lo convertimos en víctima.

Qué me pasa, será que estoy huyendo de alguien, por qué me encierro en esta casa. Soy libre, pero a la vez la he cogido de cárcel. He dicho que soy feliz, pero mamá no se come mi cuento. Por qué me he ilusionado con una joven menor que yo. Por qué le compre a Roberto unos seguros de vida, que no necesito. Estoy incomodo y siento en mi organismo malestar, se me han bajado las defensas y tengo un doloroso sentimiento de inconformidad, de culpa. Estoy muy sensible, me estoy convirtiendo en un viejo neurótico. A quién quiero culpar de este desasosiego, a Adiela porque se programó a su gusto, sin avisarme, a Magnolia por haberme dejado como un idiota, con la bicicleta comprada. A Roberto que cuando vino a traerme los papeles del tal seguro, que no quería comprar pero que compre, me hablo con decisión y entusiasmo, que había vuelto a la empresa y del puesto décimo ahora estaba en el tercero e iba a volver al primero. Me molesto la seguridad como hablo y cuando afirmo que se había propuesto a que esos malos recuerdos no iban a acabar con su decisión de volver a ser el ejecutivo de ventas que fue, me hizo sentir peor.

Tal vez el observar a este hombre resuelto, que no se dejó amilanar por ese tristísimo acontecimiento, me ha hecho sentir inferior ante él. Tengo que reconocer que es un valiente, que se enfrento como un toro a la vida. Pero por qué eso me afectaba tanto en lugar de maravillarme. El había eliminado esos apegos, por eso se liberó, él, un ser sencillo, sin ser filósofo, ni cura, ni maestro, sin ayuda de sicólogo, lo logró y yo encerrado dentro de un mundo que a la hora de la verdad no he podido entender.

Necesito observar lo que esta pasando, me veo como un viejo inválido. Qué está pasando conmigo, hacia donde voy, me siento como en una cárcel, llevo tres días en cama con fiebre, Adiela se culpa por haberme dejado esos días solo y por el ayuno que hice, yo se que no es mi cuerpo el que anda mal, en mi parte síquica. Nadie tiene la culpa, Roberto se desentendió de Roberto, dejó las muletas que no le permitían andar y como tiene carácter dejo de tomarse en serio. El último día lo vi más delgado, muy bien vestido, parecía otro. Si yo tuviera carácter, no me sentiría como un condenado a muerte, tomaría las riendas de mi destino, como hizo Roberto. Liberarme es mi mayor deseo, pero no sé de qué. Roberto por lo menos lo sabía y se enfrentó a algo concreto y seguro, pero lo mío esta diluido en el aire.

EL PINTORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora