9

10 2 0
                                    

Mi llegada a Bogotá, fue silenciosa, estaba tan cansado que no desempaqué nada, me recosté en el diván de la sala, dormí esa noche y hasta el otro día. No sentí a qué hora llegó Adiela, ella me ayudó a subir a mi cuarto, me ofreció algo de comida y ya más cómodo seguí durmiendo, no se si era cansancio, pesar de haber vuelto, miedo a seguir ahí en la incomodidad ó el haber perdido por voluntad propia el paraíso que había dejado.

Tuve sueños con la imagen de mis padres y especialmente de mis sobrinas que se sobraron en quererme, venían a mi mente y su recordación alegre me producía pesar. Extrañaba el afecto y los abrazos de mi madre, era lo que más extrañaba, yo mismo me había desterrado. Sentía cierto sentimiento de culpa de haber dejado en medio de esa soledad a mi madrina. Al despertar de ese otro día, tome consciencia que no podía seguir así, tenía una obligación con la empresa y mi compromiso con ellos no era cosa de juego, me levante, me duche como una hora y finalmente me reincorpore a mis obligaciones.

Ernesto supo de mi llegada y vino a saludarme, a darme un abrazo de feliz año y decirme que se alegraba, había llegado a pensar que no iba a volver y esa idea lo entristecía, es que tener un amigo como usted es un milagro de Dios, me decía. Nos dimos otro estrecho abrazo, me sentía complacido de tener a mi lado una persona tan sincera. Le entregué unos regalos que les había traído y lo invite a bebernos unos buenos vinos. Adiela completo la reunión ofreciéndonos una pasta boloñesa. Entre los tres pasamos una tarde increíble. Me comentó que un día se había encontrado con el Pastor en un centro comercial y habían hablado de mi, que el me estimaba. Hablamos de mi viaje, de mis padres que él bien conocía, de las cosas raras que habían pasado en Colombia durante mi ausencia. Sin darnos cuenta habíamos bebido dos botellas de vino entre los tres, ya un poco tomado se despidió y se fue.

Gozaba con mi soltería, con mi celibato voluntario, no me mortificaba para nada lo sexual y si algún día me unía a una persona, estaba seguro que la iba a encontrar sin buscarla. Esa noche organice los diferentes regalos que había traído, recordé que debía llamar a la empresa. Me encontré con la maleta de Lucy, la dejé sobre la mesa donde escribo y me prometí empezar a revisar esos cuadernos. Adiela me dio razón pormenorizada de todo lo que había pasado, me entregó los recibos de lo que se había invertido en materiales y en el arreglo de la casa, me indicó que su esposo venía a entregarme el trabajo. Me expresó con mucho cariño el placer de verme y manifestó gratitud con Dios porque había vuelto, pensé que se iba a quedar y eso me estaba preocupando, dijo con tristeza. La aceptación de poder volver a mi antiguo trabajo me lleno de alegría y lo asumí con energía e interés.

Llegó marzo y la última semana era Semana Santa, habíamos quedado con mi hermano que el venía para ver como había quedado remodelada la casa. Por eso su llegada no me sorprendió, estaba contento con su habitación y me agradeció el detalle de haberla organizado a su gusto. Era poco lo que habíamos hablado en casa de mis padres, así que nos pusimos a conversar, la distancia no ha hecho mella para demostrarnos cariño y abiertamente dar a conocer nuestros sentimientos, los míos aunque no los exprese son de soledad y aceptación resignada.

El va a viajar nuevamente a Londres, me trajo un cuadernillo sobre escritos de Juan Pablo II para que aprovechara esos días santos e hiciera una buena reflexión. Su estadía estos cinco días me hizo feliz, lo atendí lo mejor posible y aproveché para mandarle a mamá un retrato que le había hecho, iba con dedicatoria, café para papá y el esposo de mi hermana y un dibujo en la nieve para mis sobrinas.

Una mañana cuando me desperté, mi hermano ya se había levantado. Nos pusimos a conversar, sobre la situación del mundo actual. Le conté sobre las casas vecinas y las diferentes creencias que en cada una de estas se practican, como anuncian y venden objetos, productos que según ellos tienen poderes, especialmente de sanación. Le explique como comercializan y aprovechan muchas veces la ignorancia o la desesperación de las gentes para vender esos productos.

Reviso la Biblia y me hizo ver que en las cuatro biografías contadas por los amigos de Jesús lo muestran como un personaje real, que cambió la vida de una infinidad de personas. Los evangelistas se limitaban a registrar hechos, Jesús no es una creación literaria, es un ser de carne y hueso, hijo de Dios que se hizo presente entre nosotros. Fue tan sabia y real su enseñanza que han pasado miles de años y sigue intacta, porque él se mostró dentro de una sencillez y humildad únicas. Jesús quería producir en la mente humana una revolución, una transformación interior, para que el ser humano se hiciera más tolerante, más humilde, más solidario y así poder vivir en paz. Jesús esta vivo dentro de nosotros, es flexible, tiene paciencia para entendernos y algo interesante, sabe oírnos.

Yo le repliqué desde mi punto de vista, que es muy difícil ser católico, seguir sus enseñanzas. Por qué si es hijo de Dios, no nos libera de tantas miserias síquicas y que cada uno pueda usar sus capacidades y descubrir la riqueza interior tranquilamente.

Me respondió: el ser humano, en muchos casos no quiere ser libre, le da miedo expresar la bondad, la inteligencia y simplicidad de las cosas. Jesús es un maestro que enseña con la parábola cómo ser felices superando la soledad, relacionándonos con el "otro". Cada palabra, cada comparación que encontramos en la sagrada escritura, tiene un mensaje tan preciso, que es difícil que nos neguemos a entenderlo. Le dio al arte la belleza que tiene y nos llevo a aprender a amar, a entender que cada uno tiene capacidad para ver el mundo e instalarse dentro de él y abrir las ventanas de la mente. El proyecto liberador de Jesús enamora por lo sencillo, por lo veraz, por lo auténtico. A la vez que es un proyecto trascendental importante, el mundo de hoy está tan ocupado en lo material, se ha mecanizado tanto, se ha deshumanizado que le cuesta encontrar su propia paz interior y desconoce lo que puede hacer con su libertad y por eso se ahoga en su propia angustia y desesperación.

Le pregunté, pensando en mi escasa religiosidad y en mi lejano encuentro con Jesús. Será por eso que siempre estamos echándole a Dios la culpa de la pobreza, de las inundaciones, de las muertes y qué lejos estamos de preguntarnos sobre cómo estamos usando esa poderosa libertad que nos dio para vivir felices. Pareció no interesarle mi pregunta y continuo diciendo: Cómo seríamos de diferentes si siguiéramos sus enseñanzas. Espero que tú seas un cristiano auténtico en relación consigo mismo y con los otros, porque cada quien se puede realizar dentro de su propia vocación.

Hay veces no logro entender la vida que escogiste, no llego a entender las carreras profesionales que hiciste, pero debe ser que no me he interesado en conocer y ver tus expectativas de vida. Me gustaría saber si te sientes conforme con lo que haces y como diriges tu vida.

Le exprese que me sentía feliz viviendo solo, en este sitio y en este país. Lo cual le alegro poniendo una sonrisa de satisfacción. No se porque en el fondo de mi alma, mi hermano me había movido el piso, me sentía incómodo y sabía que le estaba mintiendo, por primera vez en mi vida y debido al mensaje recibido, entendía, me daba cuenta que lo que estaba haciendo era escapar de la autoridad de mi padre, no quería repetir esos tantos años de sometimiento, el solo recuerdo de esa carrera universitaria que en cierta forma me obligo a hacer, creo fue lo que más me traumatizo. Por primera vez en mi vida, mi hermano con estas sencillas palabras lograba enfrentarme a mi triste situación y me dejaba ver con la mayor nitidez posible, que estaba huyendo, fingí felicidad y guarde silencio.

En la noche, lo invite a cenar a un sitio especial, compartimos una velada deliciosa porque nos encontramos con unos amigos de la infancia. No podían creer que yo viviera en ese barrio, ellos hacia tiempo habían salido de ahí y ahora tenían una finca en las afueras de la ciudad. Nos invitaron a pasar una velada con sus familias. Prometimos en otra ocasión llamarlos y acordamos aceptar la invitación.

Empaqué los regalos que le iba a enviar a mis padres y a mis sobrinas, él me dejo un libro, su título me cuestionó: Quo Vadis, a dónde vas ? con una dedicatoria, que decía: " El corazón apretado se desata andando", en el momento no entendí. No hizo buena cara cuando vio la maleta de Lucy sobre el escritorio. La despedida me produjo una cierta nostalgia, nunca antes nos habíamos dado un abrazo tan fuerte y sincero de hermanos, ví sus ojos llorosos deseándome lo mejor. Me quedé melancólico, sin ganas de trabajar.

EL PINTORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora