2

42 6 0
                                    


Mi vida en la ciudad de Cartagenera fue agradable aunque apenas viví allí los primeros años de mi vida, la muerte de mi abuela materna, que por demás fue inesperada, cambio todo, tuvimos que venirnos a la capital donde ella vivía, ubicarnos en su casa y hacernos cargo de nuestro abuelo. Al principio la novedad nos trajo alegría, pero como no conocíamos a nadie era difícil la relación. Era un barrio de clase alta en donde vivían personas de apellidos, que ocupaban cargos importantes en el gobierno y gente ilustrada con profesiones interesantes. Cuando se recupero mi abuelo nos relacionó con estas personas y nuestra vida mejoró, se hizo mas alegre.

Mi padre era Almirante de la Marina y su sede estaba en Cartagena, mi madre era una distinguida señora, que ayudaba a la gente pobre y tenía mucha acogida, mi hermano, el mayor, hizo una gran amistad con los clérigos de la parroquia y decidió hacerse sacerdote. Mi hermana estaba haciendo su bachillerato, se sentía cómoda viviendo en este sitio y yo que era el menor ingresé al colegio de las Señoritas Cervantes, damas distinguidas que ofrecían calidad para los hijos de buena familia. Aunque yo no era excelente, era bueno sin ser el mejor.     

Los años pasaron con tranquilidad y alegría, disfrutaba los diciembres. El padre José que era el párroco, hacía escenas navideñas, obras de teatro donde nos disfrazábamos, algunos tocábamos piano o un instrumento y cantábamos. Estas reuniones se hacían en casa de los señores Brigartd Ricaurte quienes nos ofrecían exquisitos pasteles, dulces y resultábamos jugando todos sin distinción de clase. Fueron días agradables, empezaron los primeros coqueteos con las chicas, era el despertar de nuestra adolescencia.

Cuando termine mi primaria en el colegio de las señoritas Cervantes, pase a hacer el bachillerato donde Los Hermanos, que tenían una disciplina rígida y eran muy exigentes en todo especialmente en cuanto al estudio. Allí pude relacionarme con jóvenes interesantes, me sentía a gusto, satisfecho y como nunca feliz. Mi abuelo enfermó y murió tranquilamente, mi madre sufrió mucho con su muerte, lo adoraba. Mi padre fue trasladado de Cartagena a la Marina de Chile a hacer un trabajo táctico especial que podía durar varios años, por tanto decidió que viajáramos todos allí. Yo salí con tristeza de mi colegio y fui a terminar mi bachillero en la escuela naval de ese país.

Terminado el trabajo de mi padre en Chile, viajó con un cargo especial a Londres y nosotros volvimos a Colombia. Mi padre se instaló en esa ciudad y mandó por nosotros. Mi hermana que ya había terminado su bachillerato, vio la oportunidad de estudiar y especializarse en una universidad europea. Mi hermano recibió órdenes sacerdotales y fue enviado al Perú. Así que al poco tiempo salimos con mi madre rumbo a Londres, sentí pesar al dejar la casa y el barrio, ya me había familiarizado con su gente, con sus costumbres y porque no decirlo llevaba grabada en el corazón la imagen de una dulce y delicada niña que tocaba piano como un ángel, era mi primer enamoramiento y me dolía tener que irme sin haberle manifestado mi amor.

Llegamos a Londres y luego de instalarnos y ubicarnos, mi padre se intereso porque entrara a una universidad de prestigio a estudiar en forma completa el idioma inglés e hiciera paralelamente la carrera de ingeniería de sistemas que en ese momento se mostraba necesaria para las circunstancias de la época. Era una universidad enchapada a la antigua, los alumnos tenían apellidos propios de esa ciudad. Conmigo éramos tres extranjeros, fueron cinco años de estudios intensivos, con clases de historia, civilizaciones y especialmente literatura inglesa. Las cosas que aprendía no eran de mi agrado, el análisis de los literatos clásicos eran materias muy pesadas y las cosas que aprendía no me motivaban para nada. Además, disponía de poco tiempo, pues debía asistir en la noche y fines de semana al Instituto de Sistemas. Poco era el tiempo que compartía en casa con mis padres. En varias ocasiones tuve el deseo de rebelarme y no volver a la universidad porque me sentía incómodo y ese estudio estaba fuera de mis principales intereses. Sentía más agrado los días que asistía al Instituto de Sistemas.

EL PINTORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora