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Esa noche soñé con mi amada Rosalina y le conté en silencio: si compré esa casa fue para buscar tu recuerdo, para encontrarme en secreto contigo y ahora estoy seguro, para rescatarte de los que te hicieron tanto mal hasta llevarte a la muerte. Te amé, te amo y te seguiré amando. Recorrí la casa, vi que no me era desconocida y ahí donde nadie vio nada, yo alcancé a ver una tarjeta con una leyenda diminuta que decía "a mi amado con todo mi corazón" y estaba la tinta corrida por las lágrimas. Ahora recuerdo que una vez vi una figura detrás de la ventana, era ella mandándome una caricia y un beso. Llorando le exprese mis sentimientos: siempre te amé, aún más, eres la única persona que hasta aquí he amado, fue un amor platónico que no hice realidad y es el resultado de esta suma de estupideces y de dolor que ahora padezco. Te amo y te juro que recuperaré a nuestra hija.

Me levanté triste, de todos los relatos el más doloroso era la confesión de María, la empleada, que en pocas palabras había descifrado toda la trama, todo el dolor de un triste desenlace. Los meses pasaban, íbamos para un año de incertidumbre, de ires y venires. Hoy llaman a Paulo en versión libre, el cargo: homicidio. Luego de oír las diferentes confesiones se llegaba a esa conclusión.

Esa tarde vinieron las personas encargadas de revisar la casa, llevaban una especie de diseño e iban haciendo observaciones, yo los seguía en silencio. Me adelante y entre primero al Santuario, me senté al borde de la cama, ellos entraron como a una pieza más, miraban, alzaban los objetos, tomaba nota, abrieron los cajones y sacaron dos sobres que había allí depositados, los miraron y los adjuntaron sin leerlos. Finalmente se fueron, indicándome que podía cerrar la casa y quitar los papeles de sellado. Subí rápido al Santuario, cuando me senté nuevamente en la cama, sentí algo y mire, era un sobre con unas hojas escritas, tuve miedo que los agentes volvieran, las metí en el bolsillo del saco y me fui para la casa.

La cuadra estaba llena de curiosos, entre niños, muchachos, señoras y uno que otro hombre, nadie me habló ni yo hablé con nadie. Estaba confundido y angustiado, así que salí para donde el abogado de papá, me urgía hablar con alguien, él me infundía respeto y podía confiar en él. Me atendió, me explico que las cosas iban por buen camino, que era posible que pudiera adoptar la niña. Tranquilízate y agradécele a Dios que saliste bien librado, sino hubiera sido por tu hermano, te imaginas donde podrías estar en este momento.

Regrese más tranquilo y busqué a Carmenza a la salida del trabajo, quería contarle todo punto por punto. Nos fuimos a la casa, le comente cada una de las situaciones que se habían presentado, lo del allanamiento, la forma como habían procedido las autoridades, mi conversación con el abogado Aponte y con el amigo de mi padre que veía posible que a futuro pudiera adoptar a Andreína. Con cierto miedo le insinúe, si pudiéramos casarnos y adoptar la niña. No dijo nada, nos abrazamos y apareció un beso sincero, afectuoso, tierno, amable y una mirada que penetró en lo más hondo de mí ser. Era para mí como una aceptación callada a mi propuesta, pero estaba lejos de volver a hacerme ilusiones.

Mi hermano llegó el día de la audiencia de Paulo, quería acompañarme ya que ésta era la definitiva para saber que había pasado, cuanto había de culpa mía en esta situación. Mi hermano había sido para mí un padre, un amigo y yo no sabía como agradecérselo, aunque igual cosa y a distancia lo había sido mi padre, mi madre, mi hermana, mi cuñado y mis sobrinas, que habían estado pendientes, con sus mensajes, llamándome, comunicándose a través de Twitter, orando por mí y pidiéndole a Dios que brillara la justicia en forma clara. Yo a la vez agradecía a Dios, el tener una excelente y unida familia.

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