25

5 2 0
                                    


Hacia las nueve de la mañana llegó Paulo con su abogada, una señora respetable, que se veía muy seria. Paulo paso al banquillo juro decir la verdad y comenzó su relato, de un caso tan sonado que ya la prensa lo había publicitado y se hacia eco por todas partes. Muy sereno y dueño de sí mismo manifestó: "Yo fui un niño desplazado de la violencia y con mi hermana vimos matar a nuestros padres, el doctor Brigartd me recibió en su casa donde recibí de él y de la madre del doctor, doña Rosita, un cariño muy especial, que me animo a seguir viviendo. A la muerte de doña Rosita, volví a quedar solo, me habían separado de mi hermana a la que casi no veía, de ahí en adelante me convertí en una persona muy tímida y miedosa, todos desahogaban sus odios, sus rabias en mí, especialmente doña Margareth y Alba Rosa que nunca me quiso, ni quería que me recibieran en esa casa, hizo lo posible por sacarme de allí, pero siempre doña Rosita lo impidió.

Me sentí muy acompañado cuando Eduardo llegó a vivir allí, nunca pensé que me fuera a jugar una mala pasada. Para el bautismo de la niña de él y de Rosalina, doña Margareth me mando al apartamento por unas bandejas y un mantel que se necesitaba, me indico el lugar y me dio las respectivas llaves, no olvide me dijo, dejar todo bien cerrado porque allí guardo mis joyas y dinero. Salí y Eduardo que había escuchado toda la conversación, me dijo que tenía urgencia de ir a un sitio cerca al apartamento, que el iba traía las bandejas y el mantel, que no era necesario ir dos personas por lo mismo y sin más me quitó las llaves y le dijo a uno de los chóferes que lo llevara. Fue todo tan rápido que no puse objeción, como no me había arreglado para el acto, fui a mi cuarto, me bañé, me vestí y me arreglé. Cuando salí estaba llegando Eduardo con las bandejas y los manteles, los recibí, se lo agradecí.

Luego supe que Eduardo había robado todas las joyas y objetos de valor e igual cosa había hecho en las casa de sus padres. Una tarde Doña Alba Rosa dejó sobre el piano una cantidad fuerte de dinero por si venía el médico que estaba viendo a Rosalina, dijo: si no he llegado, entréguenlo. Dinero que se esfumo, me culpo de ese robo y de las joyas de Doña Margareth.

Yo le había pedido a Rosalina que me dejara entrar a rezar al Santuario, ella nunca me lo prohibió, una noche que estaba allí rezando, oí al médico hablar con doña Alba Rosa, él le decía: - tenga por seguro que esta droga la debilita y poco a poco la extingue, pero eso no es para ya. Ella le decía: - entienda me quiero ir de este cochino país, no puedo esperar más, para eso le pago.

Iban a ser las ocho, yo estaba en mi cuarto, me llamó Alba Rosa y me dijo en tono confidencial: oiga Paulo, se murió Rosalina y nos van a echar la culpa por no haberla cuidado, vamos a hacer como que ella se ahorcó. En silencio sin decir nada, vaya a la azotea arme un lazo y venga me ayuda a subirla, pero rápido. Pensé llamar a alguien pero no había nadie, era lunes y ese día los chóferes y las empleadas ya se habían ido, por lo que trabajaban sábado y domingo. María la empleada de planta, estaba acostada con la bebecita. Subí a la azotea y armé con la ayuda de Alba Rosa todo el escenario, luego la subimos, la colocamos, poco pesaba, fue fácil, quedó colgando del lazo. Luego me hizo correr la caneca.

Ella fue a llamar a los padres de Rosalina que llegaron en segundos. Llamó al médico y decía con tono agresivo, yo les advertí que ella se iba a suicidar, estaba demasiado deprimida. Doña Margareth, hablaba con angustia, lloraba y decía: se imaginan el escándalo que van a armar, esto va a salir en todos los periódicos, tenemos que hacer algo para evitarlo. Alba Rosa recibió al médico quien al ver la escena y la preocupación de doña Margareth, ofreció llamar a un amigo para que la ayudara a enterrarla en el cementerio de Bosa, no pueden enterrarla en el cementerio católico, porque se ahorcó y yo puedo solo dar constancia de lo que he presenciado. La bajamos, se amortajó y en el silencio de la madrugada se llevó a ese lugar, a donde fueron el médico, el doctor y Alba Rosa.

Como la recién nacida se había despertado y lloraba mucho, doña Margareth la cogió y se la llevó para el apartamento, en qué se fue, con quién, no lo sé, porque lo único que hice fue meterme al Santuario y llorar como nunca había llorado, ni siquiera cuando vi morir a mis padres. De ahí en adelante mi vida fue un calvario, Alba Rosa me amenazaba si yo decía algo o sugería algo. Ese fin de semana se hizo una reunión, rara y extraña, donde se acordó que Eduardo, Rosalina y la bebita se habían ido a vivir a los Estados Unidos. Como doña Soledad y el doctor Montalvo no creyeron la patraña, cada que iban a preguntar por su hijo y la bebita, los insultaban. Están en Estados Unidos, vayan a la embajada y no molesten más y los amenazaban.

Toda esa desgracia hizo que el doctor Brigartd un hombre bueno y honesto cayera gravemente enfermo, estuvo varias veces de urgencias en la clínica. La gente murmuraba, en los periódicos decían que era porque su hija había huido, otros decían que se habían ido porque los habían echado de la casa, y el sentimiento de culpa había enfermado gravemente al doctor. Lo cierto es que la vida en esa familia, era un infierno.

Alba Rosa se aprovechó de mi timidez, de mi carácter, de mis miedos, me amenazaba con atestiguar lo de los robos, y que ella sabía que esa niña era hija mía. Si algo decía, ella juraba que estaba durmiendo cuando encontró a Paulo en la terraza, diciéndole a Rosalina que tenía que morir por no haber abortado a tiempo. Esa era mi gran amenaza, yo me sometía por miedo.

El doctor Brigarth me había dejado una cuenta bancaria con una cantidad suficiente de dinero para que yo pudiera hacer mi vida, cuenta que me manejaba Alba Rosa, cuando se la pedía me decía, le faltan como diez años de trabajo porque las joyas que se robo eran valiosas, yo sabía que era cierto pero yo no las había robado. Un día me ofendió tanto, dijo que mis padres eran guerrilleros y se hacían pasar por campesinos para sacarle plata al gobierno, me dolió en el alma, cogí lo poco que encontré a la mano y me fui. Ella me vio y dijo: lárguese, pero cállese y si no lo hundo porque lo hundo.

Nunca he hablado sobre esto por miedo, vivo solo, callado, de mi trabajo a la pieza, ni siquiera trato a mi hermana por no meterla en líos. Hace poco, una noche me llamó Alba Rosa y me dijo que se iba y había hecho cuentas que me tocaba un millón de pesos de la venta de las casas, lo toma o lo deja. Yo lo acepté, le pedí permiso de ir a rezar un rato al Santuario. Vaya pero le tengo el ojo puesto por si decide robarme, me dijo en tono desafiante.

He jurado decir la verdad y esa es, con Eduardo me reuní una vez porque el me buscó y necesitaba saber de Rosalina y de su hija, estaba muy mal y me pedía que le ayudara dándole algunos datos. Yo le conté por encima lo que pasaba, pero no le dije la verdad por miedo a que luego me acusara con esa mujer y me pasara algo y porque yo sabía de la amistad que tenía con un tipo que había estado con el Padre José ayudando en la iglesia y lo habían echado por violador y ladrón.

Paulo, se agacho y se puso a llorar. No se porque lo ví como una representación de mi vida, ya éramos dos los hombres sin carácter. Quien nos descubre sabe que puede hacernos daño y pisarnos, porque todo lo aceptamos.

El médico ya había sido oído y corroboraba lo sucedido, igual que el padre de Eduardo, la empleada María y algunos empleados que habían servido de paso.56

Ya la embajada tenía los papeles de las dos personas acusadas y solo se esperaba el fallo final.

EL PINTORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora