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El sol volvió a brillar y de la manera menos esperada, corte lazos que sin saber había creado, dije adiós a odios y preocupaciones. Ya era suficiente todo lo que me había pasado, estaba resuelto a irme de por aquí. Busqué a Carmenza, me repitió varias veces, no se sienta solo, recuerde que todo le va a salir bien. Nos despedimos y nos comprometimos a salir ese próximo domingo a los parques en nuestras bicicletas, me sentí renovado y esto me hizo cambiar el rumbo de los acontecimientos.

Al llegar a casa baje las bicicletas, las aceité, las puse en orden, la salida con Carmenza me sirvió para liberar una cantidad de tensiones, relajarme, tomar aire nuevo y hablar con tranquilidad del asunto. Le conté paso a paso lo que había sucedido y cómo me había dejado manipular por unas notas de cuaderno, a tal punto que había cometido errores que podrían llevarme a la cárcel. Ella supo escucharme, opinó que a lo mejor el tal Eduardo quería era encontrar un culpable, sino fuera así no habría tantas contradicciones. Me contó que en el sitio donde ella hace sus prácticas, hay un muchacho mayor con retardo, es hijo de la empleada que le sirvió a esa familia por muchos años, de pronto ella sepa que pasó. Me insinuó que me encontrara con ella y conversara del caso, es una mujer noble y muy buena. Le prometí pensarlo, porque tenía que andar con pies de plomo para no seguirla embarrando.

Almorzamos por ahí, le manifesté que sino estuviera metido en tantos líos y con tanta presión, le descubriría mi corazón y lo que sentía por ella. Guardo silencio y me contesto reflexivamente. Cuando salimos la primera vez y hablamos de nuestros sueños, quede muy inquieta, por la inseguridad que demostraste, yo tenía la imagen tuya como la de un hombre de carácter, muy dueño de sí mismo, que sabía para donde iba. Lo analizaba aplomado, muy sencillo, incapaz de torcerse por nada del mundo y la verdad que ese día quede confundida, nunca pensé verlo tan desorientado.

Solo agregue, yo creo que las cosas cuando tienen que suceder, suceden y punto, para bien ojala, para mal Dios no lo quiera, pero ahora si valoro más mi familia, mi empleo, mis aptitudes artísticas y sobre todo la valoro a usted al máximo. Ella se mostró como una mujer madura, por encima de mis debilidades y me motivó a seguir adelante, todo le va a salir bien, seguimos hablando y se despidió.

Ese lunes siguiente, el abogado Aponte me entrevistó para precisar una serie de conceptos que yo le había dado a la abogada, aproveché el momento y le conté lo que me había dicho Carmenza respecto a poder entrevistar a la empleada del servicio que esa familia tenía desde hacía mucho tiempo, el escucho la idea y se despidió. La noche siguiente vino a visitarme Mercedes, la hice seguir aunque no quería, venía ofuscada y su pregunta fue directa: ¿usted qué tiene contra mi hermano que lo hizo encarcelar? Mostraba indignación. Le expliqué que eran cosas de la justicia, que si obraban así no era problema mío, que a mí también me están llamando por cosas que yo no sabía, porque yo no vivía aquí. Entre sollozos decía, no tenemos dinero para abogados y ahí se va a podrir si usted no hace algo para sacarlo. Le volví a explicar: yo no puedo hacer nada, él debe confesar lo que sabe, yo ya lo he hecho y estoy pendiente de las llamadas de los abogados. No sé, como ayudarle, no lo conozco, si alguna vez hablamos no lo recuerdo, mal podría acusarlo de algo.

Se limpió los ojos y en tono fuerte me replicó: -usted compró esa casa para buscar los secretos que hay allí, o me equivoco. Yo también iba perdiendo la paciencia, pero me contuve. - Se equivoca, yo compré esa casa por lo cerca, por lo amplia para montar allí una galería de pintura y porque la vendedora me puso un precio cómodo si la compraba con todo, pues ella se iba para Alemania y no sabía a donde iba a guardar las cosas.

Se paró indignada y salió diciendo: -hay gente que lo cree a uno estúpido, pero bueno, veremos qué pasa, somos unos desplazados, pero le confieso que para mí doña Soledad y el doctor Montalvo fueron mejor que si hubieran sido mis padres y en cuanto a su amigo Eduardo que usted protege, le cuento, se metía con lo peor, por eso eran las peleas con don Antonio, no llegaba temprano a la casa, se apegó a un drogadicto que lo convenció que él no era normal, que el hecho que se hubiera disfrazado con ropa de mujer era el inicio de ser homosexual. Era malo para el estudio, un dolor de cabeza para todos, doña Soledad le suplicaba, le lloraba, pero el prefería al amigo que a la familia. Yo lo previne muchas veces que iba a terminar mal si seguía con esas ideas, un tipo sin nada, no sabía si era hombre ni para donde iba. Aceptó esa boda para poder salirse de la casa y que no lo molestaran y encontró la horma de su zapato, porque Alba Rosa que tiene un genio de los mil demonios lo cogió por delante y a ella sí le obedecía, no lo dejaba salir ni a la esquina, lo ponía a hacer aseo, le botaba la comida porque no se la ganaba y cuando nació la niña, lo puso a lavar pañales, hacer los teteros y atender a Rosalina que estaba muy débil y enferma. Un día se voló para irse con el novio que tenía, un tal Efraín, nos robó a todos, a doña Soledad le sacó las joyas de la familia, el dinero que ella guardaba de su trabajo y desapareció. Mató a la mamá de pena, alejó a la familia y dejó al doctor en la tristeza más grande del mundo.

Yo quiero al doctor como a mi padre, más ahora que ve por mi hijo y mi hija y me da lástima que un muchacho con todas las cosas a su favor haya muerto como un ser despreciable. Lo lloré porque lo quería como un hermano, por favor ayúdenos a que todo se aclare. Se despidió y salió un poco más tranquila.

EL PINTORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora