Dieciocho.

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Kelly saltaba en su asiento, ansiedad brotando de él en pequeñas y apenas perceptibles olas. Miraba el reloj que colgaba de la pared, esperando que por fin la manecilla grande llegara arriba, indicando el fin de la jornada escolar.

Se tranquilizó un poco cuándo el perfume de explosión frutal llegó a su nariz, el olor característico de su prima mezclado con el del shampoo que usaba. Era todo un misterio la razón por la que ese aroma lo mantenía calmado, incluso cuando su mente no era consciente de ello.

Ignorando la sensación, volteó a ver a su lado; Cole miraba a su butaca, más preciso, a las calcomanías de unicornios y seres fantásticos que su padre le compró la semana pasada. Se dió cuenta que faltaban dos, y lo más probable era que se encontraran pegadas en alguno de sus útiles.

Él ahora se encargaba de cuidar de ella desde que su mellizo había sido trasladado a otra clase. Ninguno sabía que tendrían que abandonar su clase una vez que cada uno tuviera su celo, pues ahí estaban los niños que aún no tenían una clasificación segura en las tres clases importantes. Lo que mantuvo al rizado frunciendo el ceño; de ninguna manera él iba a irse si su celo llegaba antes que el de la omega, ¿quién la cuidaría de todos esos idiotas que querían acercarse a ella con dobles intenciones? Era un gordo y rotundo no.

Se perdió por tanto tiempo que sólo el aullo a coro de felicidad logró sacarlo de su ensañamiento. El redondo rostro estaba ahora devolviéndole la mirada, su pequeña sonrisa con su nariz manchada de pecas arrugándose provocó la propia.

— ¿Vamos?

Kelly asintió en silencio, levantándose mientras tomaba sus cosas junto a las de la menor.— Hay que darnos prisa, seguramente Halley ya está esperando por nosotros para salir juntos.

Cole asintió, risueña.—Y seguro tío Lou está también afuera.

Kelly se distrajo cuando el labio inferior color cereza fué atrapado entre los dientes perfectamente cuidados, no notó que Wilder se había acercado a ellos, mirando profundamente a la pelinegra que sostenía su mano con fuerza, llamando su atención.

Parpadeando, volvió su vista al frente tensando su mandíbula. En voz aterradoramente calmada, lo llamó, haciendo que desviara su atención de su hermana y se detuviera sólo en él.

Crispó los labios, creando una escalofriante sonrisa que tuvo volviendo la piel de gallina de la pequeña.— Kelly, qué milagro. Pensé que te vería en mi clase, fué una verdadera sorpresa tener a Halley en tu lugar.

Los azules ojos rodaron hacia atrás, era consciente de que ese comentario iba con intensión de herir su ego, pero no había causado nada en él. Realmente se emocionaba porque su primo haya tenido su celo, y no le preocupa en lo mínimo no haber sido el primero, su momento llegará, ahora era el de Hallie.

—No lamento decepcionarte, siendo honesto. — Se alzó de hombros, mirando de reojo que Cole estuviera segura detrás de él.

El pelirojo siguió hablando, ignorado el ácido comentario.— Te envidio, ¿sabes? Ahora tienes a Trish cerca todo el tiempo.

Se estaba conteniendo para no saltarle encima al imbécil, pero se le hacía más difícil con los segundos pasando.

— Si aprecias tu vida, es mejor que te vayas.— Silbó entre dientes, ocupando la última gota de autocontrol que le quedaba.

Algunos alumnos se habían detenido a su alrededor, demasiado curiosos por la pelea que se avecinaba. Kelly había sido respetado durante su estancia en el instituto, irradiaba tanta seguridad y posesividad con sus seres queridos que nadie quería meterse con él. Incluso admiraban a Halley, el niño era todo seriedad y se limitaba al contacto con quien era estrictamente necesario; ambos hacían un buen trabajo cuidando de la más pequeña, pues con la simple presencia de alguno lograba espantar a cualquiera que quisiera acercársele.

Su mejor apuesta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora