Veinte.

3.9K 342 109
                                    

Sus delgados labios se curvaron en una sonrisa, enfocando su mirada en el alfa frente a ellos, alerta hasta en el más mínimo movimiento.

Las aletas de la nariz del pelinegro se abrieron al compás de su furiosa respiración, su vista nublándose con la imagen de su omega con ese beta insignificante.— No puedes. Tú eres mío, te he reclamado.— las palabras eran apenas claras, más parecidas a un rugido animal que tuvo a Liam pegándose más al costado del rubio.

— Renunciaste a eso en el momento en que pensaste marcar a otra omega. Lo único que ahora nos une son los mellizos, Zayn, no voy a negarte convivir con ellos.— su hablar era suave, en un intento de tranquilizar al moreno y fallando olímpicamente.

Su cerebro ya no procesaba las palabras del castaño, enfocándose en un único objetivo: apartarlo del desagradable rubio.

Sus pies comenzaron a moverse hacia el par, amenazante. Niall puso al menor detrás de él para protegerlo, pero el andar del más grande se detuvo. Su ceño se frunció antes de desaparecer.

El olor de otro alfa se hizo presente, poniendo a Zayn rígido hasta que lo reconoció; era el mismo que se mantuvo cuidando mientras Liam estaba en el hospital.

Su cabeza se giró hacia el niño que lo miraba con el ceño fruncido y brazos cruzados. Sólo entonces, un sutil aroma de miedo llegó a él, teniendo por fin un efecto tranquilizador.

Inhaló profundamente, quitando la mirada del infante y posándola en Liam, ignorando a propósito a la otra persona. Sus sentidos volviendo a la normalidad.

—Ignoraré esa mentira por ahora, Liam.—El menudo cuerpo relajándose con la reconfortante vista de su cachorro mirando con advertencia a su padre, sintiéndose orgulloso.— Mañana pasaré por ustedes después del colegio. Y no estoy preguntando.

Dedicándole una profunda mirada a Liam, y un vistazo rápido a su cachorro, salió de la sala a grandes y firmes pasos.

Segundos después, el sonido de la puerta siendo cerrada llegó a ellos.

...

Liam tocaba con suavidad la madera de la puerta, un suspiro abandonó sus labios y tuvo que reprimir la sensación de soltarse a llorar. Su pecho dolía, un presentimiento de que algo estaba mal con uno de sus hijos instalándose en él, y dado a que Halley estaba junto a él..

Había subido a revisar a su hija en el momento que Zayn salió de su casa, tres horas atrás.

— Amor, ¿puedes abrir la puerta, por favor?— pegó la frente en el frío material, su labio entre sus dientes. Como las veces anteriores, no recibió respuesta.— Mañana hay colegio, cielo. Tu hermano y primo deben dormir, ¿puedes abrir para que puedan hacerlo?

—Pueden dormir con Lou y contigo.

La voz llegó a sus oídos débilmente, tal vez por la puerta entre ellos.— Han crecido, la cama no es tan grande, Cu-cu.

Un minuto completo pensando que era inútil seguir ahí; era la primera vez que presenciaba una rabieta como esa protagonizada por la morena, y no sabía qué hacer. Quizá dejarla sola era lo mejor, ya mañana podría hablar con ella tranquilamente.

Era evidente la sorpresa en su rostro al escuchar el seguro ser retirado, casi cayendo de boca cuando la puerta se arrastró, abriéndose.

Mordisqueó el interior de su mejilla para no sonreír, pero la imagen de su hija recibiéndolo con el ceño fruncido, brazos cruzados y puchero en sus regordetes labios le estaba dificultando la sencilla tarea.

Su mejor apuesta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora