Capítulo 55: Madre

102 12 0
                                    


Cuando Esteban tenía 8 años se hizo una gran pregunta con respecto a los arboles mientras viajaba en el auto. Tenían tantas hojas que no podía contarlas tan fácilmente, y eran más grandes que una casa. Por más que lo pensaba, no podía darse cuenta porque existían cosas diferentes a él. Un árbol viviría más, un árbol aguantaría demasiado tiempo en el mismo lugar sin cansarse y ha de morir de pie.

Pero Esteban tenía que sentarse cuando sus pequeñas piernas se cansaban, cuando su cabello crecía demasiado tenía que cortárselo, lo mismo que hacen las personas ante un árbol, con un par de tijeras y eso se le hacía triste.

Le enseñaron que las plantas pueden sentir, que incluso se ponen poner de humor si les hacías oír música alegre o decirle cosas hermosas. Entonces ¿Por qué cortar sus ramas?

-Mamá ¿A los arboles les duele cuando alguien arranca sus hojas?-. Le preguntó a su madre quien estaba muy concentrada viendo el camino.

-No cariño, esa parte no les duele-. Contesta sin estar segura, pero no quería preocupar al niño que no dejaba de mirar a la ventana pegando su frente con el vidrio.

-Mamá ¿Por qué cortamos los arboles por crecer? No le hacen daño a nadie-.

-Pues...llega un punto en donde son muy grandes y taparían las ventanas-.

-¿Eso no es bueno? ¿No tendrían sombra para siempre?-. Sigue preguntando.

-Pero tardaríamos demasiado recogiendo las hojas que se caen-.

Esteban no dijo nada por varios minutos, ya casi llegaban a su hogar. –Mamá, somos crueles. Ellos dan...aire...y nosotros los cortamos, si pudieran hablar, pedirían que paremos-.

Su madre no dijo nada, intentó desviar la conversación con algún programa que habían visto la noche la anterior. Pero sabía que su pequeño hijo pensaba demasiado.




El Silencio solo se quedó quieto sintiendo un leve dolor ante el golpe. Parecía que su mente estaba centrada en una sola cosa, y al haber logrado gran parte de su objetivo, se sintió demasiado relajado. –Es un pena que no hayas llegado antes...-. Dice mientras se pasa una mano por su boca quitándose un leve rastro de sangre. –Tus amigos son demasiado buenos suplicando que no los mate-.

Esteban estaba en un punto de quiebre demasiado intenso en ese momento, su alma estaba demasiado adolorida, un dolor que jamás llegó a tocar su ser y que difícilmente cualquier cosa que exista va a poder superar. Sus manos estaban envueltas por su fuego azul. –Me aferrare a protegerla a ella-. Dice entre dientes, un poder brotaba desde la parte más profunda de su espíritu.

-A veces a lo único que una persona puede aferrarse es a la esperanza. Si ella lo es, supongo que no me queda otra más que asesinarla también-.

Esteban solo pudo correr hacia donde El Silencio con un golpe por delante, pero su cuerpo también deslumbraba una leve bruma color verde que, de una forma no tan explicable, parecía que tenía vida propia. El Silencio se movió al último segundo, su aura color negra cubrió su brazo para darle un golpe demasiado preciso justo en su estómago, dejándolo sin aire y además sentir un líquido caliente brotando de su boca, su mismo cuerpo se comprimió hasta romper el límite. Se puso de rodillas mientras tosía con rudeza.

-No te levantes, por favor-. Le dice El Silencio alejándose un poco de él.

Pero justo al dar el cuarto paso, sintió que algo lo detenía en sus pies, se percata que la bruma color verde claro se había extendido desde la sombra de Esteban hasta la suya, aprisionándolo. -...Tú....no te moverás hasta que me hayas matado-.

Un Suspiro en Canterlot High (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora