I.

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Cielo azul y despejado, el mar se encontraba muy caótico y un acorazado de la marina se iba acercando a las puertas de las justicia.

-¡Venga ya flota de incompetentes!, ¿Acaso quieren que los utilicé como balas de cañón? -gritaba a todo pulmón una menuda chiquilla de bellos ojos azules como el océano.

Aquella muchacha, que tenía 18 años de edad, había sido condecorada con el puesto de Vicealmirante hace poco menos de un año.
Cloe había llegado a Marineford a los 5 años a razón de su abuelo, quien deseaba a toda costa que ella formará parte de la Marina.

-¡Señorita Cloe las puertas de la justicia aún no se abren! -gritó uno de los subordinados que se encontraba en el puesto de vigía.

Cloe gruñó con amargura, había pasado varios meses desde la última vez que estuvo en el cuartel general de la Marina, Sengoku le había dado una misión sumamente caótica en el North Blue y como una simple subordinada tuvo que seguir las órdenes de sus superiores.

Su objetivo era conseguir las cabezas de cierto grupo de piratas, que apesar de tener poca recompensa eran una plaga para el gobierno mundial. La misión no fue extraordinaria, en realidad fue muy fácil; lo molesto fue el tiempo que le tomo llegar a su destino.

-Parece que se estan demorando más de lo normal -comentó una voz muy conocida para Cloe.

Dirigió su vista hasta el lugar de donde provenía aquella gruesa y profunda voz y se encontró con un hombre alto, moreno de cabellos rizados.

-¡Aokiji! -exclamó la muchacha mientras se lanzaba a los brazos del Marine.

Todo el mundo guardo silencio ante aquel espectáculo, todos en la tripulación tenían cierta imagen de la Vicealmirante; varios pensaban que era una chica dura sin muchas emociones que mostrar, pero muy en el fondo seguía siendo una niña y se comportaba como tal en ciertas ocasiones particulares.

-¿Viste los periódicos en los últimos meses? - preguntó el Almirante mientras intentaba quitarse de encima a la menuda castaña.

-Ahora que los dices, desde que salí al North Blue no he visto alguno - comentó ya dejando libre al moreno, puso su mano derecha en su mentón y pensó en ello.

Normalmente los periódicos la mantenían al día de las cosas que sucedían en el mundo, pero en efecto, desde que viajó al North Blue no habia leído algún periódico o visto algún mensajero que los entregara.

Cloe cambió la dirección de su mirada a sus subordinados y ellos dieron a entender que tampoco sabían nada.

-Bueno, curiosamente yo tengo uno aquí, ¿Deseas leer-... Aokiji no pudo terminar la oración, un pequeño proyectil de líquido espeso rojo hizo que el papel se fue degradando hasta convertirse en cenizas.

Aquél dúo dirijo la vista al lugar de origen de aquella bala de lava y se encontraron con Sakasuki sobre las puertas de la justicia.

-Sengoku y Garp quieren verte -comentó el otro Almirante y dicho esto desaparecido en medio de la niebla.

Toda la tribulación estaba en silencio, Aokiji esperaba que Cloe notara que algo extraño estaba sucediendo y que por lo menos investigara al respecto, por otro lado la tripulación deseaba evitar tener problemas con sus superiores; si la señorita Cloe descubría el objetivo a fondo y real de la misión, ellos estarían acabados.

-Parece que alguien está de mal humor -dijo con despreocupación la Vicealmirante y se alejó del barco con el Moon Walk.

Toda la tripulación suspiró en forma de alivio. Aokiji gruñó con malestar, no sabía que Cloe podía llegar a ser tan distraída en cosas muy obvias.

Ya en tierra, Cloe fue directo a la oficina de Sengoku. No pensó mucho en ver a sus alrededores ya que eso no era de mucha importancia, pero notó cierta tención en todos los marines y había más de lo que ella solía ver.

Mientras iba caminando por uno de los pasillos se detuvo frente a un pequeño mural, en el estaban las recompensas de Los Siete Guerreros del Mar.

-No está Jimbe -susurró la castaña al ver la falta de dos cárteles. Uno pertenecía a Sir Cocodrile y el único que faltaba era Jimbe, pensó en preguntar después a Sengoku.

En el último piso de la instalación se encontraba la oficina del Almirante de la flota, Sengoku.

-Llegó antes de lo esperado- comentó Sengoku al ver desembarcar la tripulación de Cloe.

-Es una Monkey D. ¿Esperabas algo más? -se carcajeo el viejo Garp con orgullo.

-Tendre que enviarla a otra expedición, sé que si descubre lo que está sucediendo sería capaz de oponerse -susurró en tono serio Sengoku.

Garp guardó silencio y su mirada se oscureció, él también se encontraba entre la espada y la pared; pero sus votos de justicia estaban siendo más fuertes.

-Confio en que guardarás silencio como los otros y evi-... -Sengoku se calló cuando vio que la puerta se iba abriendo de forma muy brusca y de ella emergió una menuda castaña con un par de gigantes ojos azules.

-¡Abuelo! -gritó con sumo entusiasmo y alegría la muchacha mientras se lanzaba a llenar de besos al canoso Garp.

Sengoku se limitó con ver aquel espectáculo, Cloe tendía a ser muy efusiva cuando se trataba de mostrar cariño a su familia.

El Almirante de Flota sabía cual era su misión y cumpliría con ella aunque eso le hiera el alma; no supo en qué momento, pero Cloe se había lanzado sobre él para saludarlo. Aquella muestra de cariño hizo que recordara la mañana en la que Garp desembarcó con la pequeña Cloe en sus brazos.

Esa mañana Garp se ganó una buena reprimenda por parte de Tsuru.
Ella le dejó en claro que Marineford no era lugar para una pequeña de 5 años, pero Cloe supo ganarse un espacio y logró obtener el cariño de casi todos los marines que la vieron crecer.

-Tío Sengoku, deja de mandarme a expediciones aburridas -Se quejó la chiquilla mientras se alejaba del casi anciano Sengoku.

-No soy tu tío Cloe y ya sabes que debes referirte hacia mi como Señor Sengoku -Aclaró el pelinegro mientras arreglaba su uniforme.

La castaña puso en blanco los ojos y recordó el mural del pasillo. -Quisiera saber...-hizo una pequeña pausa y se alejó un poco del escritorio de Sengoku.

-¿Estás ocultando algo tío Sengoku? -preguntó la joven ignorando la correción dada del Almirante de Flota.

Sengoku palideció, pero supo ocultar muy bien su semblante de sorpresa, por otro lado la mirada se Garp se había oscurecido y parecía pensar en otra cosa. Cloe observó a los dos hombres y sintió cierta tención en el ambiente.

-Sucede que tendrás una nueva expedición, está vez irás a South Blue. No hagas ningún comentario más, son órdenes directas de Kong -Sentenció Sengoku para evitar cualquier protesta de la joven.

En efecto Cloe había intentado protestar, no tenia planes de volver al mar; pero al escuchar que era órdenes de Kong prefirió guardar su comentario. Dirigió su mirada a su abuelo y este asintió.

-¿Sucede algo con Jimbe? -preguntó la joven con curiosidad. Conocía a unos cuantos Guerreros del mar y en especial a Jimbe, quien era un hombre pez muy agradable.

-No es de su incumbencia Vice Almirante Monkey D. Cloe -las palabras y el tono en la cual las empleo Sengoku dio a entender que la castaña estaba metiendo sus narices en algo que no debía.

Cloe solo guardó silencio y brindó una sonrisa inocente a los viejos héroes de la Marina.

-Me iré mañana, necesito descansar y ¿Alguien me puede dar un maldito periódico? - preguntó la chica con malestar. Ya había tenido suficiente desde que llegó, primero las puertas de la justicia no abrían, segundo Akainu apareció con sus balas de lava y por último tenía que volver al océano por otra tontería.

Sengoku estaba preparado para alguna pregunta acerca de los diarios y lanzó el que tenía guardado especialmente para Cloe. La muchacha lo atrapó en el aire e hizo un ademán para dar las gracias y salio de la oficina.

Una vez Cloe fuera del lugar Sengoku pudo respirar con tranquilidad, pero aún no podía cantar victoria, no todavía.




Un océano sin justicia (One piece)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora