VIII.

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La noche era muy fría, las olas chocaban con fuerza en el acantilado, ella jamás pensó que terminaría encerrada en aquel lugar.

Había perdido el sentido del tiempo, no calculaba la hora que podía ser y solo se limitaba a jugar con su cabello. Luego escuchó como la gran puerta hecha de Kairoseki estaba siendo abierta, de ella emergió Sengoku y Kong.

—Hora de partir.

Anunció Sengoku, luego tendió una caperuza negra para que Cloe pudiera ocultarse.

Al salir de lo  calabozos especiales de Marineford,  Cloe se percató de que toda la isla parecía desierta y solo se llegaba a escuchar el golpeteo que hacían las suelas de las botas con el pavimento.

—Esto es de parte de tu abuelo.

Cloe observó sin expresión alguna el sobre que Kong buscaba entregarle.

—No pienso recibir nada por ahora, tal vez cuando termine este martirio.

Kong se encogió de hombros y fue a verificar si todo iba bien con el barco.

Apenas el Almirante se fue Cloe comenzó a llorar en silencio, jamás había llegado a pensar que el mundo se encontraba tan podrido. Cuando era una niña creía que el ser parte de la Marina sería una manera de mejorar el mundo y ejercer justicia sin favoritismo, siempre ayudando al que más lo necesitaba.

—Una idea demasiado romántica.

Susurró con sus ojos azules empapados con lágrimas de impotencia, impotencia por no poder hacer nada de lo que ella quisiera.

Días atrás, apenas el juicio había acabado, Kong se encargó de que nadie hablara sobre lo sucedido en aquella sala o sobre las palabras que salían de la boca de Cloe, no podía dejar que el mundo se enterará que una de las Vicealmirantes más poderosas tenía comportamientos de insurgencia.

Luego de ello Cloe fue llevada al Gorosei, esa fue la primera y tal vez última vez que vería o tendría una conversación con ellos.

En aquella sala se encontraban cinco hombres, en su mayoría ancianos. Estos hombres tenían el control de todo el mundo y lo sabían muy bien.

—Solo será una vez, no lo volveremos a repetir Vicealmirante Cloe. Su familia es una aberración para nosotros, comenzando con su padre y terminando con su hermano. Cuando Sengoku nos habló acerca de que Garp había llevado a su nieta a Marineford creímos que tal vez habría otra luz en esa familia. Lastimosamente nos equivocamos, con los último sucesos en la Guerra nos dimos cuenta que usted es capaz de ir en contra del Gobierno Mundial y eso no lo toleramos.

—A partir de este instante usted tendrá que elegir entre morir aquí mismo y esperar a que se le unan su familiares o trabajar con obediencia para el Gobierno Mundial. En caso contrario nos encargaremos de acabar con toda su familia y seres queridos, incluyendo las islas en donde nació y vivió los pocos años de vida que estuvo fuera del G-1.

La castaña tragó fuerte al escuchar las amenazas, no tenía opción. Aquello no era justo, el sacrificar la vida de inocentes solo por sus equivocaciones propias era estúpido y lo peor es que todo seguía en sus manos.

La respuesta fue obvia, luego de todo lo sucedido volvió al G-1 y esperó a que los preparativos para ir a Impel Down fueran rápidos. Ahora se encontraba en el barco camino a prisión.

Llegaron apenas el sol comenzaba a salir, la marea se encontraba alta y Hannyabal los estaba esperando. No tuvieron un gran intercambio de palabras, solo Sengoku felicitó al nuevo Alcaide de Impel Down por su ascenso.

Ambos entraron a la prisión, Cloe no sabía con exactitud que iba a suceder con ella; cuando se disponía a hablar Sadi llegó y exclamó su nombre con alegría.

Un océano sin justicia (One piece)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora