XII.

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Al cerrarse el telón Dolce abandonó el cuerpo de Cloe, la joven de ojos azules tenía las mejillas sonrojadas y una capa de sudor cubría todo su cuerpo. Las bailarinas que la acompañaron la observaban con lo ojos llenos de un brillo de anhelo y una sonrisa distraída.

Cloe sabía que se encontraban aún cautivadas por el espectáculo y fuera del telón no se espero en escuchar fuertes aplausos y ovaciones departe del público espectador.

—Buen trabajo. —diciendo esto abandonó el escenario y fue directo al camerino.

Durante el camino comenzó a recordar más anécdotas que vivió en aquella misión para la Marina.
Aún podía recordar como observaba a los lados del salón, bailando al compás de las últimas melodías a la pequeña Ciana, quién iba hipnotizando a los pobres  incautos, quiénes se encontraban distraídos por las curvas de las jóvenes danzantes.

Aquel era uno de los trucos sucios del lugar, robaban todo lo que podían o cómo decía Viktoria.

Pedían propinas grandes, pero que son justas y merecidas".

Así era como todas las chicas llegaban a ganar alrededor de medio millón de berries por semana, con tan solo tres espectáculos  por semana, de hora y media cada uno.

—¡Hoy tuvimos una gran presentación! —exclamó con alegría una de las bailarinas, de nombre Lois.

Todas exclamaron con alegría y fueron juntas al camerino. Allí todas se encargaban de convertirse en diosas y luego volver a ser simples mortales, ya para ese momento Cloe estaba acostumbrada a todo lo que se debía de hacer, la ropa en las percheros, el maquillaje en los cajones y siempre había que esperar un lapso de media hora, por si algún espectador quería hablar con alguna de las estrellas.

—Calculo que está vez tendremos el doble de paga, he visto que la mayoría del público eran piratas.

Cloe solo escuchaba con atención, normalmente sus compañeras no la incluían en las conversaciones, ya que para ellas aún era una desconocida.

La puerta sonó dos veces y luego de un par de segundos entró Viktoria con una pila de sobres en las manos, ella tarareaba un soneto de jazz al compás del sonido de sus tacones.

—Hoy tenemos una afortunada, parece que dentro de los salón VIP había un Yonkou y a reservado un espectáculo privado.

El camerino se llenó de murmullos y pequeños gritos de emoción, parecía que a muchas les daba ilusión la idea de hacer un espectáculo privado.

—Y eligieron a Dolce.

Al terminar de escuchar la oración todas las miradas de desprecio fueron a parar a la jovencita de cabellos rubios sentada en un tocador, quien se estaba quitando el maquillaje del rostro.

Cloe seguía metida en su accionar, había perdido el hilo de la conversación y se encontraba pensando en cual sería el menú del desayuno en el G5. Estaban en la semana de los dulces y ese día habían desayunado pancakes a pedido de Vergo, Ahora estaba deliberando entre sí preparar crepes con relleno dulce o salado.

—Dolce.

Cloe saltó de su asiento cuando escucho el llamado de Viktoria, quién se encontraba a escasos milímetros de su oreja.

La joven levantó la vista y dejó de lado su actividad, observó con curiosidad a su jefa, se encontraba confundida del por qué sus compañeras la observaban de una forma no muy grata.

—Preparate, alguien a pedido tus servicios.

Cloe palideció por unos segundos y mecánicamente asintió en señal de entendimiento, tal vez ese sería el día en el cual descubriría la realidad de los trabajos sucios en el Moulin rouge.

Un océano sin justicia (One piece)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora