UNO

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Stephan Krussen, alías Fane, estaba en el balcón de su habitación mirando sus dominios los cuales tenían limites con el Bosque de Reserva Central y más allá de esos dominios tenía vecinos molestos a quienes conocía desde que tenía memoria. Alfas Gatos, Alfas Zorros, Alfas Coyotes, Fae, Brujos, Vampiros, Magos Dragones llamados Wirm y etc... etc... etc...

Sorprendentemente todos ellos en su mayoría tenían sus parejas ya sea de igual o diferente Raza Antigua. Malos o buenos todos tenían una compañera o compañero con el cual vivían como un cuento de hadas empalagoso.

Fane tenía todo, dinero, una casa lujosa tipo mansión moderna, autos finos y mujeres porque él era muy llamativo. Con sus negocios dentro de las Razas Antiguas y en el mundo humano podría mantener a toda su manada y aún quedandose sin ingresos sobreviviría un buen tiempo.

¿Entonces qué le hacía sentir vacío?

¿Qué le hacía sentir menos que nadie en el mundo?

Pues fácil, el no tener a su mate en su vida.

No en ese sentido producido por algo que se llamaba destino.

Jodido y asqueroso destino.

Fane estaba casado, llevaba ochos años de matrimonio; por lo general los lobos encuentran a su mate cuando sus féminas cumplen dieciséis y los machos dieciocho pero él nunca encontró a la suya envidiando a los demás, por ende como el Consejo de su manada le había exigido una Luna decidió que casarse con la primera chica que ellos le imponieran no estaba mal. 

Nada debía estarlo porque lo principal era  "mantener su manada" en línea y prestigio.

Y en el momento de salir al balcón no sabía si lanzarse al vacío (solo eran unos cuantos pisos, sobreviviría) o ir por la pareja que yacía en su cuarto, en su cama, desnudos como Dios Católico o Protestante los había traído al mundo. Lo increíble era que su mujer, sí, esa desde hacía ocho años,  estaba vestida solo con las medias para seducir que él le había regalado en un aniversario mientras el hombre a la lado de ella usaba nada más una corbata.

Puta mierda, era la corbata que había usado como padrino de bodas.

Había una opción número tres, la que no le gustaría a ninguno: "Tomar al traidor por su tobillo y mantenerlo suspendido mientras mira el vacío"

Fane tenía veintiséis años y como lobo había hecho cosas peores desde que lo habían nombrado Alfa a los quince; el destino no iba a castigarlo por tirar al vacío a su Beta y mejor amigo desde que ambos estuvieron en el vientre de sus respectivas madres. Karl Erikssen iba a saber en carne propia que nadie burlaba al Alfa sin pagar las consecuencias, nadie ni su amigo tendría el perdón en esta vida por semejante traición.  

— No, Stephan. — Suplicó la rubia oxigenada mientras el hombre forcejeaba para no caer al vacío. — Por lo que más quieras no lo hagas, perdónale la vida. 

—Dame una. —Dijo Fane muy enfadado. —: Solo una razón para no hacerlo.

—Lo amo. — Dijo ella rápidamente y Fane gruñó. 

—A mi me decías lo mismo. —Abrió la mano para soltarlo y después de escuchar un "estoy-embarazada-y-el-es-el-padre" bastó para que él atrapara en el aire el tobillo de Karl.

—Vamos, Fane. — Dijo su "amigo" desesperado. —: Por amor a nuestras madres no cometas una locura, El Consejo te multaría de forma terrible por matar a un Mate y más el de tu Luna la cual espera un cachorro. 

Fane miró y estaba entre tirarlo a él o tirarla a ella, de pronto a ambos porque estaba súper enojado.  Pero si la tiraba a ella, los vejetes lo castigarían por matar un cachorro ya que la población Lupina había disminuido después de un virus y la famosa extinción de Razas.   

AMORES DE GREENVILLE 1: La Nereida y El Lobo*Finalizada*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora