Ella había faltado dos días después de mi cumpleaños, no había dado alguna explicación, ni me había avisado, estaba preocupada por ella, sólo supe que ella seguía viva cuando se presentó a la escuela el jueves.
Le dolía el brazo, no me dijo nada, trató de disimular su dolor pero no lo hacía muy bien, tal vez para las personas que no la conocen muy bien dirían que está perfectamente bien, pero yo vi el dolor y la tristeza en sus ojos, sabía bien quién los había apagado de tal manera, pero lo quise decir nada.
Disfruto cada segundo que estoy con ella porque ahora tenemos menos tiempo, pero no voy a pasar su dolor por alto con tal de que pasemos un buen rato, no habría forma de que eso pasara con ella así.
Creí que al decir nuestros sentimientos en voz alta las cosas iban a mejorar, pero al parecer sólo las empeoraron, ¿por qué las cosas tuvieron que ser de ese modo?, además de que todavía no pienso en lo que me dijo.
Seguíamos teniendo un punto bueno, no la habían podido cambiar de salón y no nos habían cambiado de lugar, no habían a dónde moverla o a mí.
-¿Me vas a decir qué es lo qué pasa con tu brazo? -le pregunté.
Ella se puso el cabello detrás de las orejas, me había acostumbrado demasiado rápido a su cambio de cabello.
No me había fijado que tuviera tantas pecas, el nuevo color de cabello las resalta más, el rubio las disimulaba.
-¿Cómo lo notaste?
-¿Y cómo no hacerlo?, te conozco, sé cuando algo te pasa.
Sus ojos de cristalizaron, me abrazó, yo comencé a acariciar le el cabello.
-No quiero hablar de eso aquí, no quiero ponerme a llorar, ¿crees que puedas ir a mi casa en la tarde?, mi mamá no va a estar y yo tengo muchas cosas que contarte.
-Sí, claro, iré.
Cuando acabó el día y cada quien se fue de su lado Tamara se acercó a mí.
-Ya no hemos hablado -me dijo-, ¿qué hiciste en tu cumpleaños?
-Comí sushi y pastel.
-Pensé que me invitarías, siempre lo haces... no es un reclamo o no es que no te vaya a invitar al mío, sólo dime si ya no quieres que te invite o si ya no quieres hablarme porque desde que ella llegó, Elena.
Asentí, tiene razón, la abandoné sin previo aviso, sólo la dejé ahí.
-Tienes razón yo... lo siento, me han pasado muchas cosas.
-¿Todo está bien?, puedes contarme lo que sea -se acercó a mí con preocupación.
-Sí, creo que me olvidé de eso, ¿quieres salir mañana?, así hablamos de todo.
Ella sonríe.
-¿Y podemos ir de compras?
Lo odio, pero no puedo decirle que no, con ella no es tan horrible.
-Sí.
-Genial, hasta mañana, Elena.
Se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla de despedida.
-Hasta mañana.
En la tarde fui a casa de Renata como prometí, sentí que pasaron años para que la hora llegara, cuando entré en su habitación me quedé paralizada al ver cuánto había cambiado al lugar, ya no era ese desorden desordenado, ya no era una obra de arte de cuatro paredes era simplemente un desorden de pintura.
Renata se sentó en su cama que estaba deshecha, había un montón de pedazos de hojas ahí y hojas completas, a ella no le importó y se sentó encima, miré una de las hojas, era un pedazo de la flor que vi el día que me estaba dibujando.
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No cambiaría ninguna cosa ✔️
RomanceUno no elige de quién se enamora pero sí elige la forma en la que ama.