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Han pasado horas desde que llegamos, HORAS y no sé absolutamente nada, no he dejado de ver la casa de Renata desde que su papá, Marco y ella entraron ahí, no se escucha nada, todo está en absoluto silencio y solo he visto que algo saliera volando por la ventana luego de haber hecho el cristal añicos, de nuevo, no sé si preocuparme o estar calmada por los hechos.

-Ella te avisará, no tienes que estar vigilando su casa, pareces loca -dijo mi hermana detrás de mí.

-Me voy a volver loca si pasa otro segundo y no sé nada de lo que está pasando.

Lleva tratando de que entrara a la casa desde hace un par de horas.

Oí que ella se alejó, yo seguí mirando la casa, recorriendo centímetro por centímetro, viendo cada una de las ventanas para ver si no se veía alguna sombra pasando por ahí para darme una idea de en dónde puede que estén hablando o para tratar de interpretar una de las sombras, también he estado tratando de regular mi respiración y tratando de hacer que mi corazón no esté muy acelerado para que pueda estar alerta a cualquier sonido...

Ay, creo que sí me estoy volviendo loca, creo que es mejor que entre a la casa.

Nunca me había preocupado tanto por alguien.

Decidí entrar a la casa, cerré la puerta detrás de mí, pero al momento sentí que tenía que volver ahí porque algo iba a pasar y yo no iba a ser testigo de eso. Mi mamá apareció en mi campo de visión, se veía algo preocupada.

-Creo que te haría bien salir de aquí un rato, iba a ir a hacer las compras, creo que eso te ayudará a despejarte un poco -dijo dándome las llaves del auto y una lista, las tomé, la lista está algo larga, voy a tardar un buen rato.

-¿Me vas a dejar ir sola?, no estoy concentrada, no creo que sea una buena idea que maneje.

-¡Yo voy!

Era Antonio que venía hacia mí bajando las escaleras lo más rápido que le permitían sus pequeñas piernas de niño de cuatro años, temí que se fuera a caer pero la verdad es que él es todo un experto bajando de esa manera las escaleras, además los niños son de hule o algo así porque ya perdí la cuenta de cuántas veces este niño ya se cayó y no le pasa nada, sigue vivo.

-Vamos todos, entonces -dijo mi mamá.

Todos salimos de la casa, miré de nuevo la casa de Renata pero seguí sin ver absolutamente nada así que me subí al auto, traté de no mirar por la ventanilla, pero me fue imposible.

Al llegar al Supermercado subí a Antonio al carrito y comencé a tomar las cosas que estaban en la lista, Elisa se quedó en el auto, sé que ella no tenía ganas de venir, pero sé que también no me quiere dejar sola.

Antonio iba feliz ahí arriba, luego se ponía de pie en el carrito y extendía sus brazos, eso pasa cuando lo dejas ver Titanic (obviamente no la vio toda, se quedó dormido y en otras partes le tapé los ojos, él no entiende lo que significa, pero lo hice, tuve el impulso de taparle los ojos), claro que nos regañaron y casi nos corrieron, mi mamá no estaba viendo cuando él decidía hacer eso.

-Que bueno que no los dejé venir solos -nos dijo mi mamá cuando estábamos pagando.

Compramos un helado y fuimos de regreso a casa, Antonio se quedó dormido en los asientos de atrás, es algo tarde, su helado terminó por derretirse, no estoy segura de qué porcentaje de helado fue la que se comió porque hay un montón embarrado en su cara, manos y ropa.

Va a necesitar un baño.

Llegué a la casa, desperté a Antonio y lo llevé a su habitación, luego entre las tres bajamos las cosas del auto, me compré unos dulces, así que cuando terminamos de bajar todo fui por una  sudadera y me los empecé a comer, fui de nuevo a la entrada a ver cómo iban las cosas (porque seguía sin pasar nada), pero mi mamá me obligó a ir a mi habitación, me senté en mi cama y mientras comía, me puse a escuchar música para tratar de relajarme, pero todas las canciones me recordaron a ella de una u otra forma.

No cambiaría ninguna cosa ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora