Capítulo 8: Días de recompensas

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- ¡Por el otro lado!

- ¡No, es por aquí!

- ¡Qué ya viene, tonto! 

George me miró con el ceño fruncido.

- ¿Me has llamado tonto?

- Sí - asentí con sonrisa de ángel.

Una semana más tarde, me encontraba con los gemelos Weasley en la primera misión del día. Bueno, que eso significaba gastarle una broma a Filch con el beneficio de conocer alguno de los pasadizos secretos de Hogwarts. Habíamos entrado por un agujero detrás de un retrato que se quejaba cuando Fred y George lo inclinaban de un lado para el otro. En la oscuridad, apenas podía ver nuestras figuras y, según ellos, teníamos que llegar al despacho de Filch.

- Podría acostumbrarme - se encogió de hombros con una sonrisa burlona.

- Yo ya me acostumbré a lo de "americana" - revoleé los ojos, divertida.

- Pues, porque eres americana. 

- ¡Que no lo soy! - protesté.

Fred, que iba adelante, se giró un momento.

- Oigan, que pueden discutir sus apodos más tarde porque ahora... - sonrió, alzando la taza muerde-nariz. 

George y yo le sonreímos con emoción.

- Ahora, Mackenzie, aprenderás lo que es la diversión - Fred iluminó el pasadizo con su varita cuando llegamos al final de este. 

- Y no querrás perderte ni una misión ahora - le siguió George.

- Porque por algo se habla de lo desastrosos que somos - continuó.

- Y hasta Peeves terminará uniéndosenos.

Los miré a uno y a otro.

- Pues, estoy lista - les aseguré.

Abrieron la puerta delante de nosotros, que era otro retrato, y nos encontrábamos en el despacho de Filch. Era pequeño, olía raro y había pelos de gatos por todas partes. Fred y George avanzaron adelante mío, sin mucha discreción. George se adelantó a la puerta y miró a través de la pequeña ventana. Fred me llamó a su lado, detrás de la mesa de Filch.

- Dejaremos esto aquí, como un regalo, como si alguien hubiera venido hasta aquí para darle una taza de...

Saqué mi varita y apunté hacia la taza. 

- Aguamenti - recité y la taza se llenó de agua, pero un poco escapó, derramándose por la mesa.

- Genial - dio un aplauso, miró a su hermano y se llevó una mano recta en posición de soldado. - Muchachos, excelente misión, retirada.

Largué una carcajada y nos dirigimos nuevamente al cuadro para entrar al pasadizo. Fred entró primero, luego George, pero cuando estaba por entrar, la puerta se abrió de repente. Filch entraba distraídamente al despacho, mirando hacia abajo para contemplar a su querida gata. Los gemelos y yo abrimos los ojos como dos platos. Como un reflejo, cerré el retrato-puerta en sus rostros y me deslicé abajo de la mesa. 

- Señora Norris, no recuerdo haber traído una taza por la mañana, ¿o sí? - habló hacia su mascota, esposa o lo que fuera ese animal para él.

Me reí por dentro de tan solo pensarlo. 

Filch tomó asiento en una silla frente a la mesa y a espaldas del cuadro, por lo que observé cómo Fred y George asomaban sus cabezas para inspeccionar la situación. Yo esquivaba las piernas de Filch mientras esperaba el momento. Pero pasaron dos minutos y todavía el hombre no tomaba la taza. Estaba más bien recostado en la silla, y no podía afirmar si realmente estaba dormido, pero me daba la impresión de que dentro de poco empezaría a roncar. 

Mackenzie y la piedra filosofal | [MEH #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora