Capítulo XII.

2.7K 297 894
                                    

   Me quedé desconcertado ante su expresión. Fruncí mi ceño cuando él resopló y, a paso lento, se encaminó hasta sentarse a mi lado.

   —No entiendo qué haces aquí, John.

   —Yo debería hacer esa pregunta —repliqué—: ¿Qué haces tú aquí?

   —Buscándote. Ya ves.

   —¿Para qué? —y lo miré. Noté que él se intimidó.

   —Porque no contestabas mis llamadas, ni mis mensajes... ¿qué pasó con tu móvil?

   —No cambies la pregunta.

   —Ya te contesté. Además, no tengo por qué darte explicaciones... yo sólo vine a buscarte y deberías sentirte el más afortunado del mundo por eso.

   —¿Te importo?

   —No. Para nada. No me importas en lo absoluto.

   —¿Entonces qué haces aquí? —volví a preguntar.

   Paul dirigió su mirada hacia el frente, arrugó ligeramente el ceño y se lamió los labios, para después cruzar los brazos.

   —Estoy aquí por Jude. Dime, ¿qué va a pensar cuando te vea con resaca mañana?

   —No estoy ebrio.

   —Sí, p-pero igual. O sea, no. Debes ser responsable, John...

   —Lo soy.

   —¿Y qué hacías con ella, eh? ¿Planeabas besarla como lo... hiciste... conmigo?

   —No, claro que no —me acomodé en el sofá, colocando mi cuerpo en dirección al suyo—. Eso jamás.

   —Pues qué bien.

   —¿Tienes auto?

   —Linda se lo quedó —dijo—. Tuve que pagar un taxi.

   —Bueno, te llevo a casa —y me levanté, estirando mis brazos y soltando un quejido—. ¿O prefieres pagar otro taxi?

   —No, gracias —imitó mi acto—. No quiero que tú me lleves y gasté el efectivo. Le diré a mi esposa Linda..., que es muy linda, que me busque.

   —¿Crees que lo haga? Digo, estás en un bar, y...

   —Obvio, estamos casados y nos queremos mucho.

   Aparté la cortina de mi mano, para disponerme a salir; Paul me siguió, al tiempo que tecleaba algo en su móvil y trataba de no perderme de vista, porque cada cierto tiempo miraba hacia la derecha, verificando que yo estuviese ahí.

   —¿Seguro no te llevo? —le pregunté al salir del local, mientras abría la puerta de mi auto.

   —Ni en mil años.

   Me encogí de hombros, subí al asiento de piloto y me coloqué el cinturón, para luego proceder a encenderlo. Vi que miró la pantalla de su móvil, soltó un pequeño bufido y rascó su cuello, mientras se acercaba.

   —Oye... uhm. Te toca llevarme. Linda está ocupada.

   «Dile que no —pensé—. Él te rechazó y ahora como su esposa no puede si viene a pedirte que lo lleves. Te está usando de segunda opción porque no le queda de otra, estúpido. Dile que no.»

   —Claro, sube.

   —Sabía que aceptarías. No puedes resistirte a mí. Nadie, de hecho.

***

Your Heart is all I have ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora