Capítulo I.

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   —¡Papá, debo ir al colegio! ¿Piensas quedarte toda la mañana durmiendo? ¡Mami dice que eres un flojo!

   Sentí sutiles movimientos en mi espalda, luego de escuchar la voz de Julian despertarme. El día anterior había estado trabajando muy duro, por lo que no escuché la alarma. Me di la vuelta, en medio de las sábanas y abrí mis ojos, para luego rascarlos y soltar un pequeño bostezo.

   —Ya déjame en paz —refunfuñé. Mi hijo yacía a mi lado, con su pijama azul puesta y su cabello desordenado—. Estoy cansado. ¿Por qué no faltas hoy?

   —Mamá se va a molestar.

   —Pero mamá no está; estás con papá, y papá dice qu...

   —Mamá dice que eres un mal padre, y su nuevo esposo también lo dice. Comienzo a creer que es cierto. Papi, ¿por qué tu no me quieres? Nunca estás conmigo.

   —¡No lo soy, Jules! Soy un padre ejemplar. Sí te quiero, y no estoy contigo porque no tengo tiempo —y me levanté, para después estirar mis brazos, logrando que la franelilla blanca que llevaba se subiera un poco—. Ve a bañarte. Llegaremos en seguida.

   Julian asintió emocionado, se bajó de la cama y salió de la habitación. Cynthia, mi ex esposa, me había pedido que lo cuidara la noche y durante todo el día, porque ella iría a visitar a sus padres, junto a Roberto, su esposo. Así que debía llevarlo al colegio.

   El departamento que ocupaba era pequeño. Lo había rentado hacía unos meses, durante el proceso de divorcio con Cyn. Yo era de los que no les gustaba lo extravagante, ni tantas decoraciones; por ello era muy simple, de paredes blancas, suelo de madera, cocina pequeña, una habitación y un baño. Más pequeño no podía ser, pero era perfecto para mí.

   —¡Papá, ven aquí!

   Solté un bufido y me dispuse a ir hasta el baño. Crucé por el umbral de la puerta, caminé por el corto pasillo, para poder entrar al lugar donde yacía mi hijo de seis años. Gracias al cielo era el único, a duras penas podía con él.

   —Bájate de ahí, te vas a caer. Después tu madre dice que no te cuido bien.

   Él estaba sobre un pequeño banquito, frente al lavamanos; necesitaba subirse ahí para poder verse en el espejo. Su rostro estaba cubierto de algo blanco y espumoso, lo que captó mi atención repentinamente.

   —¿¡Espuma de afeitar!? ¡Jules, eso te va a irritar la piel! Agh, éste niño...

   —Pero quiero que me enseñes a afeitarme, anda. ¡Mira, soy Santa Claus! ¡Jo, Jo, Jo!

   No pude evitar soltar una risita entre dientes.

   —Luego te enseño, lo prometo —le dije—. Es tarde.

   —Mamá dice que nunca cumples tus promesas.

   Agarré la toalla que yacía al lado del lavamanos, la acomodé entre mis manos y me dispuse a limpiar su carita.

   —Mamá es una mentirosa.

   —¡Ella dice que tú eres el mentiroso! ¡También dice que eres muy grande como para ser tan irresponsable!

   —Ella también es tonta —murmuré, dejando la toalla en su lugar—. Ve a bañarte.

   —No quiero.

   —¿Te vas a ir sucio? Qué asqueroso eres, que vergüenza salir contigo así.

   —¡Papá, no soy asqueroso! —se cruzó de brazos e hizo un puchero que lo hico ver tierno—. Le diré a mamá.

Your Heart is all I have ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora