Capítulo XXXVIII.

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   —¡Papito, ya sé que quiero para Navidad! ¡Quiero un mundo sin Yoko y un perrito como Martha!

   Le dediqué una mirada no tan linda a mi hijo, al tiempo que dejaba la mochila en el sofá del departamento. Hacía rato que habíamos llegado de la casa de Paul, y eran apenas las cinco de la tarde. Cynthia había llamado, diciendo que tuvo un viaje de trabajo y que no podría buscar a Jude.

   —¿Qué te he dicho sobre eso? —reproché, guiándolo hasta la recámara para poder desvestirlo y hacer que se diera una ducha antes de irse a la cama—. No me gusta que denigres a las chinas.

   —Lo estoy haciendo con Yoko, no con las chinas, papito.

   Rodeé los ojos, para luego quitar su suéter de uniforme y acomodarlo a un lado; procedí hacer lo mismo con su camisa, la cual aventé a la cesta de ropa sucia, así como su pantalón y ropa interior, las cuales quité después de los zapatos.

   —Mira cómo estás de mugroso —bromeé, tomándolo entre mis brazos y colocando su barriga en mi hombro. De tal forma, sus manos y cabeza quedaron hacia abajo detrás de mi espalda, y sus piernas en mi torso.

   —¡Papito, tengo frío! —protestó, envuelto en risas—. ¡Quiero bañarme con agua tibia!

   —Bueno, lo haré —le dije. Al llegar al baño lo dejé en el suelo, y me dispuse a graduar el agua que salía de la ducha—. Ya está. Ten cuidado de no mojar tu yeso.

   —Ajá —murmuró. Dejó que el agua tibia cayera en todo su cuerpo, y tuvo que apartar el brazo con el yeso. Le resultaba algo incómodo, y eso que ya estaba adiestrado a hacerlo—. Papito, no quiero que me veas desnudo.

   —¿Vas a seguir? Te he visto el traserito pálido más de una vez.

   —¡Papito! —sus mejillas se tornaron rosadas. Lo único que hice fue reírme y aplicar champú de bebé sobre su cabello—. Huele rico.

   Esparcí la barra de jabón por todo su cuerpo, logrando hacer espuma y que su piel quedara suavecita. Volví a abrir la ducha, y esta vez fue para poder sacar todo rastro de espuma. Debía darme prisa porque estaba haciendo frío, y no quería que pescara un resfriado, a pesar que el agua era tibia.

   Envolví su cuerpo en la toalla azul con motivos de barcos y lo sostuve entre mis brazos, para poder ir hasta la recámara. Dejé su cuerpo sobre la cama y me dediqué a buscar una pijama, además de una ropa interior.

   —¡La de Batman, papito!

   —No, Jules —negué con la cabeza, sacando una azul claro con nubes. Era un conjunto de un suéter y un pantalón de lana—. Esta te dará más calor.

   —Uhm.

   —¿No querrás resfriarte y darle a Lucy un beso con mocos, verdad?

   Él rió un poco y negó con la cabeza.

   Le coloqué el bóxer, seguido del la pijama y un par de medias negras. Apliqué una pequeña cantidad de crema para peinar de niños en su cabello, la esparcí muy bien, y busqué su peine para poder darle la forma de siempre.

   —Papito...

   —¿Qué? —pregunté, deslizando el peine por un pequeño mechón castaño de su cabello.

   —Te quiero mucho.

   —También te quiero mucho —le di un besito en la mejilla. Luego guardé el peine y me coloqué en cuclillas frente a él—. ¿Quieres una taza de chocolate caliente?

   —¡Y unas galletas! ¡Di que sí, papito! ¡Sólo una!

   —Vale, está bien —emití una risita—. Lo iré a preparar.

Your Heart is all I have ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora