Capítulo XVII.

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   Lo miré a los ojos, sintiendo un rubor extenderse por mis mejillas. Por otro lado, él estaba algo avergonzado y sus cejas estaban ligeramente arqueadas. Tal vez él no pensó en decir eso.

   —¿Qué tú qué?

   —No, no, no —negó con la cabeza—. Lo que quiero decir es que... es que t-tú me agradas y me gusta pasar el tiempo contigo. No que tú me gustes, no.

   —Pero dijiste mi nombre y apellido.

   —Bueno, porque te estoy diciendo, con nombre y apellido, que me gustas... ¡que me gusta pasar el tiempo contigo! Me agrada tu compañía, no tú. Tú me caes mal.

   —Uhm..., ya. No te creo.

   Él rodó los ojos, al tiempo que pasaba la mano por su cabello.

   —Créeme. Tú no me gustas, a mí me gusta Linda.

   —Claro, por eso estás casado con ella y coges conmigo.

   —Exac... ¡no! ¿Sabes qué, John? No cuenta como infidelidad si no hay sentimientos de por medio.

   —Pero se supone que cuando amas le eres fiel a esa persona en cuerpo y alma.

   Los labios de Paul se estiraron hasta formar una pequeña sonrisa, la cual me dejó desconcertado.

   —Yo lo hago. En serio lo hago.

   —Como sea —le contesté, abriendo la puerta del auto—. No te entiendo. Quiero hacerlo, pero no puedo... no sé cómo.

   —Espera... ¿entonces hoy a las seis?

   —No, Paul. Olvidé que tengo otras cosas qué hacer.

***

   El hecho de rechazar a Paul costó un cambio de planes bastante drástico, por decirlo así. Tuve que llamar a Cynthia para decirle que Julian se podía quedar el fin de semana conmigo. Sería muy aburrido pasarlo solo en el departamento.

   —¿¡Y me voy a quedar contigo, papito!?

   Volví a mover la salsa para pasta que se estaba cocinando y asentí, haciendo que él sonriera más. Yacía a escasos metros de mí, con uno short azul marino, una camiseta blanca y sus pantuflas de osito.

   —Sí. Tus primos me caen mal.

   Él soltó una pequeña risita.

   —Papito, tengo hambre...

   Se nos había hecho tarde porque luego de buscarlo al colegio, fuimos al supermercado a comprar algunas cosas para él. No había podido cambiarme la ropa porque él —y yo también— tenía muchas ganas de comer.

   —¿Te lavaste las manos? Esto ya está listo.

   —Sí, ya me las lavé.

   —Quiero verlas.

   Julian abrió las palmas y me las acercó a mi rostro. Noté que estaban muy limpias y que había un pequeño rastro de agua, debido al mal uso de la servilleta.

   —Ah, bueno —lo alcé y lo senté en la silla alta de la barra de la cocina—. Así sí.

   —Papito, mami dice que tu cocinas feo.

   Lo miré de una forma no muy bonita, mientras servía los ravioles en su plato.

   —Mami es una mentirosa y una tonta.

   —Mami no es tonta —refutó—. Ni mentirosa. Mamá es la mejor.

   —Y papá también.

   —Eso sí es mentira. —Y soltó una risita juguetona.

Your Heart is all I have ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora