Capítulo II.

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   Estaba detenido al lado del auto, frente al colegio; mis brazos estaban cruzados, al igual que mi pierna derecha. Había tenido la mañana para ir a prepararle el desayuno a Jules y traerlo antes de su receso. Pensé en comprárselo, pero recordé que a Cynthia no le gustaba comprarle comida de la cafetería, así que para evitarme un dolor de cabeza, no lo hice.

   Miré el reloj de mi muñeca y resoplé al darme cuenta que apenas eran las diez.

   —Dos horas más aquí —bufé—. Qué fastidio.

   Pronto vi la silueta de mi hijo salir de su escuela con algo en las manos. Se detuvo en las escaleras para buscarme, y al mirarme, sonrió y corrió hacia donde estaba yo.

   —¡Si te caes te echaré jugo de limón y me reiré mientras tú lloras!

   —¡Papá, mira! —alzó sus manos y ahí yacía un pollito—. ¿¡Me lo puedo quedar!? La maestra dijo que me porté bien durante la clase, ¡y me lo puedo llevar a casa!

   Me coloqué en cuclillas para ver más de cerca el animalito. Éste pilló, haciendo sonreír a Jules y que me mirara con ojitos alegres, los cuales tenían un destello único, que me causó la mejor de las sensaciones.

   —No.

   —¿Por qué, papá? —preguntó, adoptando un semblante triste—. Linda dice que puedo quedármelo.

   —Pero papá dice que no; y no creo que tu mamá acepte.

   —Me lo quiero quedar —insistió.

   —Mejor te compro nuggets, que sería lo mismo... pero muerto.

   —Comer animalitos es malo. Paul dice que no porque lo lastiman y ellos sufren mucho; dice que los animales son nuestros amigos, así como los perritos. Comerse a un pollito es como comerse a un gatito.

   —Ay, qué considerado es. Igual no lo llevarás a casa. ¿Qué va a decir tu madre?

   —A ella no le va a gustar, pero lo tendrás tú. Y cómo tú me dijiste que yo iba a estar contigo todos los días desde la tarde hasta la noche, pues yo lo cuido. ¡Di que sí, papá!

   —No.

   —¡Prometo no pedirte más nada!

   —Julian, se va a morir en dos o tres días. Eso es lo que duran. Además, si llegara a crecer, ¿cómo lo vamos a cuidar? No voy a tener una gallina en el departamento.

   —Por favor...

   —No.

   —Papá...

   —No, Julian.

   —No te pido más nada en un año.

   —No. Ve a clases y a devolver ese pollito.

   El semblante de Jules se entristeció, miró al animal con ternura y le dio un besito en las alitas, para luego darse la vuelta y encaminarse hasta la puerta.

   —Julian...

   —¿Qué? —giró su rostro y pude darme cuenta que sus ojos estaban llorosos.

   —Está bien, te lo puedes quedar.

   —¿¡En serio!? —sonrió alegre, al tiempo que caminaba hacia donde estaba yo—. ¿¡De verdad, papá!?

   —Sí. Dámelo —agarré el frágil cuerpo del animal y lo sostuve entre mis manos—. Ahora ve. Te espero aquí cuando salgas.

   —¡Está bien, papá! ¡Gracias!

Your Heart is all I have ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora