Capítulo XIV.

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   Estaba ansioso: era viernes y tenía la esperada cita con Paul. Por ello me di una ducha a eso de las cinco de la tarde y al salir, busqué algo de ropa para ponerme. Opté por una camisa de vestir rojo carmesí, pantalón negro y zapatos del mismo color muy brillantes, además de un delgada corbata negra de una tela ligeramente brillante.

   Quedamos en vernos a las siete, así que salí de casa unos minutos antes. El restaurante vegetariano quedaba relativamente cerca de mi departamento, así que no debía preocuparme por el tráfico.

   Jamás había entrado. La comida, ni el régimen vegetariano eran lo mío; pero como a él le gustaba, estada dispuesto a salir de mi zona de confort sólo para agradarlo.

  El lugar era bonito, elegante y sofisticado. Tenía mesas dispersas de madera barnizada y un tocadiscos que le daba el toque retro al asunto. Había hecho la reservación el día anterior, así que al llegar fui a la recepción y después a la mesa.

   —Espero que venga —murmuré, tomando asiento en la esquina—. Porque si no viene, me deprimo. Y no es broma, John. Te deprimes.

   En ese momento sonó el móvil. Con algo de susto y pensando que era él para decirme que no iba a ir, lo saqué de mi bolsillo. Era Yoko, así que contesté.

   —Cariño —carraspeé—, ¿qué pasó?

   —Eso te pregunto yo a ti. ¿Dónde estás? Se supone que debes estar conmigo. ¿Sabes? Justo ahora me dio por comer algo delicioso y no tengo a nadie quien lo compre. Te he llamado a tu departamento y no estás, ¿se puede saber dónde y con quién estás?

   —Estoy en la oficina —le dije—. Tengo trabajo atrasado y en la mañana no pude ir. Lo siento, Yoko, luego iré a verte, ¿sí?

   —Es que todo el tiempo es lo mismo —replicó—. Nunca estás cuando te llamo, ni cuando te necesito. Estoy embarazada; vamos a tener un bebé y eso no parece importante para ti. John, no quiero que mi hijo o hija crezca en conmigo nada más. Yo quiero una familia, una casa... vivir juntos.

   —Yo he pensado en eso —mentí otra vez—. Estoy solucionándolo. No te alteres, ¿sí?

   —Pero tu departamento es muy pequeño, no me gusta. Yo quiero una casa con patio para que Kyoko pueda jugar.

   —Y Julian también.

   —No, John, ese niño no va a vivir con nosotros. Es un fastidio. Lo mejor será que se quede con tu ex mujer.

   —Es mi hijo. ¿Lo recuerdas?

   —Tu hijo será el que estoy esperando yo.

   —Esto no está llegando a nada. Luego hablamos de eso —dije.

   —¿Prometes que cuando nazca el bebé nos iremos a vivir juntos?

   —Lo prometo.

   —Bien. Adiós. Te amo mucho, mucho, mucho. —Y colgó.

   Guardé mi móvil, no sin antes percatarme que eran las siete y diez minutos de la noche. Tal vez había encontrado tráfico o simplemente no iba a ir. Me quedé con la vista puesta en el mantel blanco con detalles dorados, pensando en lo que había dicho y lo que había pasado.

   Lo que Paul y yo teníamos no era algo estable. Ni siquiera yo le gustaba. Ni siguiera yo le agradaba. En cambio Yoko veía en mí lo que él no veía; pero lo cierto era que yo no dejaba de pensar en él. Ni un segundo en el día.

   —¿Vas a ver el mantel o a mí? Ve cosas bonitas. Yo soy una.

   Alcé mi rostro y mis labios se estiraron hasta formar una sonrisa al verlo. Paul tenía una bonita camisa de vestir color blanco, con delgadas rayas verticales grises; el pantalón era de un gris plomo y sus zapatos y corbata negra.

Your Heart is all I have ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora