Capítulo XV.

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   Esbocé una pequeña sonrisa y asentí. Jules también lo hizo.

   —Lo quiero mucho —le dije—. Claro que lo quiero mucho. Tú también lo quieres, ¿verdad?

   —Pero te quiero a ti también, papito. Te quiero mucho.

   —Yo también te quiero a ti —y besé su mejilla, haciéndolo reír—. ¿Por qué te ríes?

   —Pica tu barba. ¿Y Paul dónde está?

   —Pues derramó té en sus pantalones y está dándose una ducha. Ya sabes que a él no le gusta estar sucio.

   —¿Y por qué no se va a quedar, papito?

   «Porque tiene una esposa a que ir hacerle cariñitos y a la que ama mucho, porque él es casado», pensé.

   —Porque tiene cosas que hacer, Jules.

   —¡Paul!

   Julian se levantó del sofá y paso apresurado se dirigió detrás de mí. Supe que él ya había salido, así que me di la vuelta y me levanté para poder verlo. Ya se había puesto la ropa, tenía el cabello húmedo y a Jules sostenido entre los brazos.

   —¿Cómo estás? —le preguntó él, haciéndolo cariñitos en los cachetes—. ¿Ya jugaste con el Lego?

   —¿Por qué no te quedas a jugar conmigo?

   —Porque debo irme —dijo—. Pero prometo que luego tendré tiempo, ¿sí?

   —¡Papito! —me miró—. ¿¡Puede venir Heather mañana!? ¡Di qué sí!

   —No, Jude —le contestó—. Ni Heather ni y podremos venir mañana. Estaremos muy ocupados.

   —¿Y entonces cuando?

   —Pronto. El lunes podrás verla, pero mañana es imposible. No te pongas triste —lo dejó en el suelo y se puso en cuclillas—. Prometo que otro día sí.

   —Está bien —murmuró—. ¿Puedes mandarle saludos de mí parte?

   —Lo haré.

   —Hey —alboroté la cabellera castaña de mi hijo, haciendo que él me mirara—. Iré a acompañar a Paul hasta el ascensor. ¿No te importa quedarte solo?

   —No, papito. Estoy con Mimi y Babaghi.

   —¿Prometes no quemar la casa ni hacer travesuras?

   Él negó con la cabeza, al tiempo que reía.

   —Bien, no tardo.

   Salí del departamento junto a Paul, cerrando la puerta a mí paso. El ascensor quedaba justo en frente, así que eran muy pocos pasos los que tenía que dar. Había olvidado ponerme zapatos, así que todo mi trayecto fue algo incómodo.

   —¿Y eso que no vas a venir mañana?

   —Linda debe estar molesta por no haber llegado a casa anoche; y no quiero volver a irme y dejarla sola sólo por tener que verte a ti. Ahg, John. Sé qué me quieres ver todos los días de tu vida, pero a veces es casi imposible.

   —Bueno, en eso tienes toda la razón —carcajeé un poco. Sentía que mi dignidad (la poca que me quedaba) estaba desapareciendo—. Me gustaría verte todos los días.

   —¿Y qué tal Yoko?

   —Eh, bien. Supongo.

   —¿Supones? —bufó, apretando el botón con la flecha hacia abajo; el mismo se iluminó en rojo—. ¿Sabes que creo de ti?

Your Heart is all I have ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora