Prólogo 1: Mordisco de amor

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Miró al interior de la casa por la ventana. Todas las luces estaban apagadas. Miró de un lado a otro, comprobando que nadie le observaba. Suspiró admirando a la luna llena. Cogió aire y entró. Afortunadamente, no había hecho ruido al entrar, no había tropezado con nada. Se encogió todo lo que pudo y dio un paso silencioso, y otro, y otro. Se dirigió hacia las escaleras. Subió. Hizo crujir sin querer la madera. Cerró los ojos y se quedó quieto esperando temeroso a que la dueña de la casa lo pillara. Afortunadamente, nada pasó. Continuó su rumbo, sigiloso. Llegó hasta el segundo piso y entró en el dormitorio. Se asombró al ver que no estaba. Resopló. Estaba seguro de que la muchacha iba a estar por la noche en la casa.

Escuchó un grito y bajó rápidamente las escaleras. Asomó los ojos por la puerta del salón y vio que ella estaba viendo una película del conde Drácula. Estaba mordiendo a una joven. Frunció el ceño. Odiaba esas películas.

La joven estaba a oscuras acurrucada en el sofá temblando de miedo por las escenas. Miraba fijamente la pantalla del televisor y no parpadeaba apenas para no perderse ningún detalle.

Él se le acercó sigiloso y lentamente. Desgraciadamente, crujió la madera. Se agachó al suelo y se quedó quieto. La joven se sobresaltó y miró alrededor suyo. Comprobó que todo estaba en orden y volvió a quedarse sumisa en la película. Él se volvió a levantar lentamente y cerró los ojos concentrando energía.

El televisor parpadeó una vez y otra más para morir al fin.

-No-resopló la chica-En la parte más interesante no.

Se levantó del sofá y se acercó la tele. La zarandeó un rato y descubrió que el cable estaba enchufado a la corriente.

-Se ha ido la luz-suspiró.

Abrió los ojos como platos cuando vio una gigantesca sombra en la pared acercándose. Tragó saliva. Se giró lentamente, pálida. Descubrió a un atractivo, pero amenazante joven de ojos rojos con un esmoquin y una capa roja y negra de un suave terciopelo.

Antes de que pudiera correr, éste la agarró con sus fuertes y poderosas manos. Le parecieron garras. Abrió su boca, mostrando unos relucientes y afilados colmillos.

-Espero que no duela-rezó la chica.

El vampiro se paró en seco. Cerró sus fauces.

-¿Es una broma?-preguntó.

-¿Qué?

-¿Te voy a matar y lo único que dices es eso?

-Sí. Espero que no duela-aclaró la chica.

-Sabes que, si te clavo mis colmillos, dolerá, ¿no?

-Es verdad-razonó ella-Debí de haberlo pensado.

Él aflojó su fuerza.

-Pensé que dirías algo como, por ejemplo, '¡Socorro!' o '¡Piedad!

-Ya. Pero es magnífico que me muerda un vampiro. Lo mejor del mundo.

El vampiro la soltó.

-¡No debería gustarte!-exclamó confundido-A nadie le gusta que le maten.

-Ni a mí, pero un vampiro sí. Es un honor.

-¿Qué?

-Soy una gran fan. Si me conviertes en vampiresa, me desmayo, (espero que lo hagas), y si no, al menos podré en el cielo decir y presumir de que me mató un vampiro.

El vampiro balbuceó. No sabía qué decir. Nunca había dado con alguien así. Se sintió halagado.

-Pero, ¿no conoces a los vampiros? Son crueles, despiadados, beben sangre, matan...

Saga Crónicas de Vampiros I: Sangre urbana (Sin Editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora