Capítulo 3: Latidos

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Bonnie

Guardo mis apuntes de la clase de matemáticas, sabiendo que tendría que ponerme a estudiar en cuanto llegue a casa.

Marceline está hablando con Finn y Jake, los cuales están esperándome en la puerta. Finn y Jake van a ir a por comida a la cafetería. Como Marceline y yo no podemos ir, les esperaremos en el patio. Realmente hace un buen día.

Finn - Nos adelantamos, nos vemos, chicas. - Avisa Finn antes de irse junto a Jake.

Marceline - ¡Vamos BonnieBell, no quiero esperarte toda la eternidad!

Bonnie - Voy... - Digo cogiendo unos pastelitos de fresa, los cuales había traído para compartir. - Supongo que le gustará... - Pienso yo en voz alta.

Mientras camino, oigo como se van riendo mis compañeros. Suponía que no tenía nada que ver conmigo hasta que escuché que me llamaban "Princesa Chicle". Mis pasos se ralentizaban con cada palabra que oía.

La gente suele ser muy cruel cuando quiere... Pero, ¿realmente eso era un insulto? Marceline me dijo que lo había hecho como un "apodo cariñoso", pero supongo que la gente no lo ve así... ¡¿A quien le importa?! Si Marceline lo hizo con cariño no puedo simplemente despreciarlo así como así.

Marceline - Princesa, ¿estás bien? Te has quedado mirando a la nada. - Dice ella chasqueando los dedos delante de mi cara.

Bonnie - Sí, sí, estoy bien. Vamos. - Digo adelantándole

Alcalzandome, Marceline se pone a mi lado. Está con una piruleta roja en la boca, con las manos detrás del cuello, caminando gracilmente y despreocupada. Casi parecía que flotaba.

Marceline - ¿Has pensado en unirte añ club de ciencia? - Pregunta ella, sacándome de mis pensamientos.

Bonnie - ¿C-Club de ciencia? - Digo yo algo desconcentrada.

Marceline - Sí, como te gusta la ciencia y eso. No sé, creía que te interesaba unirte a un club así.

Bonnie - Me gusta la ciencia... Pero no trato demasiado bien con las personas...

Marceline - ¿Quee? Nah, yo creo que tienes el don de gente. Ya sabes, no es que seas super borde ni nada de eso. Tampoco eres nada irascible. Ni...

Bonnie - Lo entiendo, lo entiendo... - Digo interrumpiendole. - Soy un ogro. - Artículo entre una carcajada.

Marceline - Eso no es verdad. Bueno, un poco. ¡Pero no es lo que quiero decir! Tienes muchas cualidades.

Bonnie - Aja... Dime tres. - Digo yo escéptica.

Marceline - Pues... Eres... Eh... Eres amable.

Bonnie - ¿A la vez que borde?

Marceline - También eres bipolar. - Sonríe ella. Yo le doy un golpecito en el hombro. - Okey, okey... Veamos... - Dice pensativa. - Eres una buena persona. No le deseas malicia a la gente.

Bonnie - ¿Y como puedes saber eso?

Marceline - Porque lo noto aquí. - Dice señalandose a su pecho, donde, involuntariamente y como acto reflejo, me fijo yo. - También eres muy... Sincera. Y, aunque a veces pueda ser un gran fastidio, se agradece.

Bonnie - Vaya... Gracias, Marceline.

Marceline - Y... También eres... ¡Guapa! - Dice ella chasqueando los dedos. Un pequeño sonrojo se forma en mi rostro, el cual escondo levemente para que no se note.

Bonnie - Se nota que se te están acabando las ideas... No está bien mentir.

Marceline - ¿Mentir? Ojalá. No me gusta admitirlo, Princesa, pero creo que eres incluso tan guapa como yo, pero que no se te suba a la cabeza. - Dice ella para luego soltar unas sonoras carcajadas. - No, pero en serio. Eres hermosa. - Dice dándome un golpecito en el hombro. - Y creo que ganas bastante con... - Justo antes de acabar la frase, detiene su paso y sus palabras, mientras se queda mirando a una sala con la puerta abierta.

Bonnie - ¿Marceline? ¿Oye, donde vas? - Pregunto yo al ver que entra en la susodicha sala. Yo, como no podía ser de otra manera, la sigo.

Es una sala repleta de instrumentos, más al único al que le hace caso es a una guitarra eléctrica con una particular forma.

Bonnie - ¿Sabes...? - Mi pregunta se volvió estúpida en el momento en el que comenzó a tocar. Y, no lo hacía nada mal.

Ella seguía tocando, poniendo los acordes al milímetro y rasgando las cuerdas armoniosamente. Yo me senté en una silla cerca de ella y disfruté del espectáculo.

Marceline - Ah~ - Canta ella de forma... ¿Cómo decirlo sin que suene mal? Sensual. - Papi, - por qué tuviste que... Comerte mis patatas... No fue justo, me hiciste llorar... Y pensé que te daba igual... Papi, ¿De verdad me quieres? Nunca me lo has dicho, y sería tan bonito... ¿Que clase de padre es tan deleznable? Tú me defraudaste, y jamás te disculpaste...

No quise decir nada incluso cuando dejó de tocar, pues, pensaba que no se concernía. Era obvio que Marceline tenía problemas con su padre, pero no estaba seguro de que quisiera hablar de ello.

Bonnie - ¿Estás bien? - Pregunto yo, algo preocupada por el repentino silencio.

Marceline - S-Sí, solo me distraje.

Bonnie - ¿Pasa algo con tu padre...? Quiero decir, puedes hablar conmigo si quieres... Se ve que te afecta un poquito.

Marceline - No vale la pena hablar de ese... Espécimen. Es un capullo. No lo veo desde los cinco años y no tengo planeado hacerlo ahora. Solo me he quedado así por la guitarra. Es una que quería hace mucho. Yo solo puedo practicar con un viejo regalo de un viejo amigo...

Bonnie - Bueno, si te sirve de consuelo, yo tampoco tengo mucha relación con mi padre. De hecho, no lo llegué a conocer. Me dejó a cargo de mi tío Gumball y se fue. Así que podríamos decir que nuestros dos padres son unos...

Marceline - ¿Capullos?

Bonnie - Yo iba a decir dejados, pero eso también. - Le sonreí yo.

Marceline - Oye, Bonnie... Gracias por escucharme. No suelo tocar delante de gente muy a menudo... - Dice dejando la guitarra a un lado y acercándose a mí. - Me alegra de haber tocado para tí... - Dice poniéndome una mano encima de la mía, dedicándome una gran sonrisa.

Bonnie - Ha sido u-un placer, Marcy... - Digo algo nerviosa, pero esta vez de verdad. Mi corazón latía rápidamente. Mis mejillas se sonrojan y la respiración se me entrecorta.

Un silencio inunda la sala, la cual se va volviendo cada vez más borrosa, pues, lo único que soy capaz de divisar en esos momentos son los preciosos ojos negros de Marceline mirándome fijamente.

Buscaba alguna señal, algo que me dijese que podía acercarme más. Me daba miedo. Miedo de arruinar el grandioso momento que estábamos compartiendo. Marceline se había abierto a mí, y yo no quería arruinarlo.

Pero mi corazón pedía más, pedía acercarme, sentir su tacto, sus latidos, su olor... Poder compartir el aire que respiramos. Quería estar más cerca de ella. Pero no podía, no sin que ella me diera permiso, no sin una señal de que ella también quería.

Pero, ¿Era eso posible? ¿Cómo iba a querer ella algo como eso? Estaba enloqueciendo. No distinguía en sí llevábamos tan solo segundo o horas mirándonos, pero no quería parar.era así desde el principio, desde que la vi por primera vez me despertó esta insana curiosidad, la cual solo se saciaría si la conseguía hacer mía.

Finn - ¡Marceline! ¡Bonnie Bell! ¿Donde están? - Grita Finn desde el patio.

Jake - ¡Tenemos deliciosos bocadillos! ¡Y si n se dan prisa se acabarán! - Avisa Jake.

Todo eso hizo que mi mente se esclareciera un poco.

Bonnie - Tendríamos que ir, están armando un gran escándalo. - Digo yo apartando la mirada.

Marceline - S-Sí, a este paso no nos dejarán estar tampoco en el patio. - Dice ella alejándose.

Sentía un pequeño escalofrío cuando ella separó su mano de la mía. La quería de vuelta, para poder sentir su suave piel tocando la mía. Más no iba a reclamar por algo que no era mío.

Me levanté de la silla en la que me había sentado un tiempo atrás y fui junto a Marceline hacia el patio para poder comer finalmente.

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