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12 de julio, 1997, Londres, Reino Unido, Inglaterra.

Eran casi las 19:30 de la noche del viernes, mamá estaba preparando la cena, mientras mi padre y mi hermano mayor, Abel, veían la televisión. Podía oír desde el pasillo que queda entre el salón y la cocina, como mi padre renegaba al no poder presionar correctamente el número de su canal favorito de deportes en el control remoto, mamá solo reía de lo gracioso que se escuchaba — ¿Brent? Ayúdame a poner la mesa, por favor— Me pidió ella, entregándome una pila de platos. Mientras recorría el pasillo, casi llegando a la mesa, uno de los platos se resbaló, rompiéndose en varios trozos al impactar contra el azulejo. Mi padre giro la cabeza, apartando la mirada del televisor, Abel continuaba viendo el televisor, mientras mamá corrió hasta donde me encontraba — ¿Estas bien? —Preguntó. Me disculpe con ella, pues sabía que ese plato hacia parte de su vajilla favorita— Algún invitado se quedara sin comida la próxima vez, cuando celebremos tu cumpleaños número 10—Bromeó. Mi madre se encontraba de muy buen humor, pues tenía una noticia para darnos y la daría durante la cena. Papá estaba ansioso — ¡La cena está casi lista! —Gritó mamá mientras añadía los últimos ingredientes. El televisor se enmudeció. En minutos todo estaría listo y papá, Abel y yo nos sentamos a la mesa, aguardando la cena. Papá sonrió al ver que mamá traía el hirviente estofado de pollo con verduras, era nuestro favorito — ¿Quién quiere ser el primero? — Canturreó mamá, con una sonrisa en su rostro. Pero antes que se sirviera el primer plato, el teléfono sonó —Hola— Contestó mamá. Continuó con la llamada y no tardo mucho para que girara su cabeza, clavando la mirada en mi padre, su rostro estaba pálido como las servilletas que compartían espacio con los cubiertos —Continúe, estamos por empezar la cena — Dijo mamá. La llamada se prolongó unos cuantos minutos más, mientras mi madre realizaba algunas preguntas o simplemente afirmaba con la cabeza. Al término de la llamada, mamá se vio obligada a llevar el estofado al microondas —Lo siento mucho— Suspiro, sin siquiera mirar a papá, algo andaba mal, parecía estar molesta.

— La cena esta oficialmente lista —Dijo mamá con una sonrisa fingida en su rostro.

— ¿Cariño?

— ¿Qué? —Respondió tajante.

— ¿Te encuentras bien? —Pregunto papá.

—Si deber más de 10 000 euros es estar bien. Sí, estoy bien.

— ¿Qué estás diciendo? —Respondió mi padre con cierta incertidumbre.

—Eran de la agencia de cobranza. Al parecer, tu tarjeta de crédito fue turnada al área de cobranza, por un saldo de 12 855 euros.

—Pero...

— ¡Con un atraso de 180 días!

—Cariño, yo...

— ¿Sabes que fue lo más incómodo? La pregunta que me hicieron ante mi desconcierto.

— ¿Qué... te preguntaron? —Preguntó papá nervioso.

—"Señora, ¿acaso su esposo no comenta con usted los temas relacionados con el dinero?" —Citó mamá —"Sí, claro que me comenta" ¡Mentira!

—Cariño, puedo explicarte.

—No me arruines más la cena, por favor.

Comenzó a llover fuerte, Abel y yo solo observábamos. Mamá se dispuso a servir la cena y luego extendió las manos para agradecer a Dios —Dios es bueno. Permítenos agradecer por nuestra comida. En esta mesa estamos todos, alimentados, permítenos comer nuestro pan de cada día. ¡Amen! —Sonrió para ahondar en su plato. Aún tenía extendidas mis manos sosteniendo las de mi padre y las de Abel. Mi padre intento hacer contacto visual con mamá, pero esta lo evitaba, en eso, papá agacha la mirada y percibe un moretón en mi brazo — ¿Qué paso aquí? —pregunto, mientras señalaba la mancha violeta. No quería que se diera cuenta que había tenido una pelea en la escuela, por lo que mentí diciendo que había sido producto de una caída que había sufrido en las escaleras del colegio, para luego desenrollarme las mangas hacia abajo.

Sin Miedo A NadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora