VIII

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3 de junio, 2008, Londres, Reino Unido, Inglaterra.

Suena la alarma de mi despertador digital, el cual presentaba la hora en unos números grandes de color rojo. Su sonido cada mañana era estrepitoso, tanto, que era imposible no despertarme. Como pude estire mi brazo y la apago de un manotazo para seguir durmiendo otros diez minutos más, pero como si lo tuviese calculado, al instante entra mi madre a la habitación —¡Brent, hora de levantarse! — Tenía que asistir a la universidad ese día, la primera clase era a las 07:00. Cuando no me levantaba de inmediato, mi madre amenazaba con tirarme un vaso de agua helada en el rostro. De esa forma, me levantaba de inmediato. Aunque a veces pensaba en quedarme en cama y ver si en realidad sería capaz de hacerlo.

Con mis ojos aun adormilados, me estiro un poco, me rasco la cabeza, pasando mis dedos con cierta dificultad entre el cabello y me dirijo hacia el baño a darme un duchazo, no encontraba mis pantuflas, por lo que tuve que ir descalzo y a esa hora, el suelo no es que estuviese muy calido. Al salir me visto con la ropa que de manera muy meticulosa había escogido el día anterior, siempre solía hacer eso. Tras varios años luciendo un horroroso uniforme con zapatos de charol, camiseta por dentro, pantalón recto y un suéter, me encantaba el hecho de poder elegir mi ropa como yo deseara sin ningún tipo de restricción. La indumentaria elegida para ese día, recuerdo bien, fue un pantalón de mezclilla en color azul claro, unos zapatos de color café, camiseta a cuadros en colores cálidos y una chaqueta de color beige. Al salir de mi habitación, baje las escaleras hacia la cocina, allí estaba mi madre, con el desayuno que cada mañana me preparaba. Chocolate hirviendo, tostadas, con huevos fritos y salchichas. Después de comer y de cepillarme los dientes, salí corriendo a tomar el bus por la calle de siempre, contando los mismos pasos, pero con la única diferencia de sentirme orgulloso de ser un estudiante universitario, mientras saludaba al señor Will, pero esta vez regando las plantas de su jardín. Mientras corría hacia el paradero, me tomaba el bolsillo, para que se me saliera de ellos el dinero, en ellos llevaba para los pasajes, algo más para la merienda y otra pequeña cantidad por si necesitaba sacar fotocopias. El bus estaba repleto de otros estudiantes universitarios con grandes mochilas, señores y señoras rumbo a sus sitios de trabajo, estas últimas, algunas que aprovechaban el camino para terminar de componer su maquillaje y acicalarse un poco más. En ocasiones el interior del vehículo parecía una mezcla de diferentes aromas que se percibían, desde el peculiar mentol, hasta llegar a la frescura de los aromas de perfumería sofisticada. Becca asistía a la misma universidad en la que me había inscrito, solo que ella se había decidido por el diseño de modas, llevaba algunos semestres y ya se creía con el derecho de juzgar mis atuendos, por muy impecables que pareciesen, esa chica siempre encontraba un pero.

— ¡Me encanta tu chaqueta, Brent! —Exclamo ella.

—Gracias. La compre hace un par de semanas.

—Pero no creo que combinen con esa camiseta.

— ¿Por qué no? —Acomode sutilmente el cuello de mi camisa —Yo creo que se ve muy bien. Además, me siento cómodo con ella.

— ¡Vamos Brent! No sabes que día te puedas encontrar con el amor de tu vida.

— ¿Y? —Sonreí.

—Que debes lucir fabuloso.

—Hablando de "fabuloso", se acerca el verano ¿Tienes planes?

—Probablemente sí.

— ¿Probablemente?

—Sí. Soy muy indecisa, un día tengo una idea y al día siguiente ya la he cambiado por otra, pero... ¿Qué hay de ti?

Sin Miedo A NadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora