Llegó el viernes y después del último día de clases en la universidad, me apresure por llegar pronto a casa y acercándose la hora de la verbena. Me acicale especialmente para salir esa noche. Era mi primera vez en una fiesta junto a él y quería verme bien para la ocasión. Conduje solo hasta la casa de Brandon, un amigo nuestro quien tenía la casa para él durante un par de semanas, luego de que sus padres tuviesen que viajar por cuestiones de trabajo, pues eran agentes de bienes raíces. Era una preciosa noche, afuera soplaba una cálida brisa. En la consola de DJ que estaba manejando el propio Brandon, sonaban infinitas canciones. Mil canciones, una detrás de otra. Becca se encontraba con Michael, uno de nuestros amigos y yo estaba junto a Ian. Había mucha gente, pero para mí solo estaba él. Oía muchas voces, que se combinaban con la melodía de las letrillas y los ritmos, pero sólo podía oír mi corazón latiendo a mil por hora. La noche olía a salitre y adrenalina. Pero sólo me importaba el olor de su cuerpo y de su sudor. Su olor era puro delirio, delirio del bueno, si es que hay alguno. De ese que arrastra, que seduce, hipnotiza y envuelve. Ese olor que me volvía loco. No conseguía apartar mis ojos de él. No podía, y tampoco lo quería.
— ¡Damas! ¡Caballeros! —Animaba el DJ — ¡Todos con las manos arriba!
—Miren, traje bebidas —Dijo Becca con cuatro vasos en sus manos a medio llenar.
— ¡Gracias! —Respondí, recibiendo dos de los vasos. El de Ian y el mío.
—Estos son nuestros —Los de Becca y su amigo Michael.
— ¡Brindemos! —Sugirió Ian.
— ¡Por los amigos! —Gritó Becca — ¡Por nosotros!
— ¡Por esta noche! —Concluí.
Algo ocurrió esa noche. Se atenuaron las luces, así que quedamos menos expuestos, solo nos alumbraban las pequeñas luces de colores de la bola de disco. La agitación nocturna moderó la fragancia embriagadora del ambiente. No había visto a Ian tan relajado antes. Me obligó a quitarme la chaqueta y a acercarme aún más a él. Le quité la suya y le aflojé la camisa. Es imposible explicar lo bien que me sentí al ver cómo se movía, cada movimiento de su cuerpo junto al mío, era misticismo para mí. Me susurraba cosas al oído que apenas podía entender, con las bebidas en las manos, reíamos con cada paso que dábamos, quise beber un poco de la bebida que tenía, pero sin ningún reparo, se acercó a mí y empezó a besarme. Probablemente fue algo inesperado y un poco torpe, pero a mí me había parecido la gloria, ese breve tacto me hizo experimentar un volcán de sensaciones. Mágico, como solo ese momento podría haberlo sido. La fiesta se extendió un poco más y yo disfrutaba de cada segundo junto a Ian. Era tarde y la diversión parecía haber acabado. Los cuatro salimos fuera de la casa para tomar un poco de aire puro y solo se encontraban encendidas las luces de los faroles que estaban cada uno a unos cuantos metros del otro y algunos autos que atravesaban las calles solitarias. Becca parecía estar agotada, por lo que decidimos regresar al departamento de ella, pero antes de ello, ella se acerca a mí —Son para ti— Dijo, sacando del bolsillo de su abrigo un par de llaves. Aquellas eran las llaves de su apartamento.
—Yo me iré con Michael —Dijo Becca, entregándome las llaves —Mi compañera no está, así que puedes quedarte allí sin ningún problema.
— ¿Estas bromeando? —Pregunté.
—No. Es real Brent.
—Puedo...
—Claro que sí — Aseguro — Eso así...
— ¿Qué?
—Quédense en el cuarto que se encuentra al fondo del pasillo, el de la puerta de madera. Allí no duerme nadie.
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Sin Miedo A Nada
RomanceSinopsis Brent, de una familia inglesa de clase alta, que desde la infancia siempre ha sido un chico recto, se encuentra con otro chico, Ian, en un casual partido de fútbol soccer, provocando que las cosas cambien un poco. Con el apoyo de sus famili...