Todos crecemos viendo películas románticas de Hollywood, que hablan del amor a primera vista y esas cosas. Cosas que naturalmente pensamos que sólo pasan en los cuentos de hadas y no es que me hubiese pasado a mí, pero debo admitir que aquel chico había generado algo en mí. Yo no estaba buscando citas o nada que se le parezca. Estaba disfrutando de los últimos días de la universidad, antes de que iniciaran las vacaciones y no tenía planes de que eso cambiara. Solo era un partido entre amigos, al que Becca me había inducido. Esa tarde, al llegar a casa, mi madre se encontraba preparando la cena y por el olor que se alcanzaba a percibir desde la puerta, parecía que faltaba poco para que estuviese lista. Mi ropa era un desastre, estaba cubierto de lodo y no quería que mi madre me viera así, se lo paranoica que puede llegar a ser con la mugre, por lo que tome la llave, y empecé a abrir la puerta lentamente, pero al parecer había desarrollado una habilidad extraordinaria en su sentido del oído.
— ¿Brent? —Empuje la puerta — ¿Eres tú?
—Sí madre, soy yo.
— ¡Ven, prepare algo que sé que te encantará!
—No creo que quieras que entre así.
— ¿Cómo? —Sacó su cabeza para percatarse de lo que sucedía conmigo — ¿Qué pasa?
—Mi ropa es un completo desastre —Dije, quitándome la sudadera —Está llena de lodo, pasto y todas aquellas cosas que se le parecen a la tierra.
— ¡No vayas a entras así! —Previno —No quiero que manches el azulejo.
—Lo sé —Mencioné.
Mi madre cuidaba ese azulejo como si fuese la criatura más bella del mundo. Ella preparaba su exquisito estofado, uno de esos platos de toda la vida, cocinado a fuego lento, que todos heredamos de nuestras madres. Es realmente sencillo de preparar, solo requiere un poco de tiempo y cocinarlo con mucho cariño, como mencionaba ella. Pero definitivamente solo a ella le quedaba tan delicioso. Mi madre servía las patatas en mi plato. Puso dos, en eso yo la esquivó cogiendo una tercera y quizá una cuarta de la bandeja. Con tan mala suerte que ella alcanzo a bloquearme, dejó las patatas de nuevo en la bandeja y al final golpeo los nudillos de mi mano con el cucharón cuando hacía un nuevo intento. En aquella mesa se sentaban mis padres, mi hermano y Martin, quien siempre venía a cenar los miércoles. Me quejaba de no poder tomar de más, parecía haber de sobra, pero mi madre nunca preparaba de más, sus porciones siempre eran exactas a menos que tuviésemos visita. Pero Abel venia un par de veces cada mes cuando no tenía competencia y ese día no era miércoles.
— ¿Tenemos visita hoy? — Fruncí el ceño.
— ¿Tu qué crees?
— ¿A caso es Abel?
— ¡No! ¡Soy yo! —Apareció Becca de la nada en la cocina.
— ¿Qué haces tú aquí? —Pregunté desconcertado — ¿A esta hora?
—Tu madre me invito a cenar ¿Lo olvidaste? —Dijo golpeando mi hombro —Por cierto... La próxima vez, cierra bien la puerta.
— ¡Te iba a dejar sin patatas! —Exclamó mi madre.
— ¿Qué? —Parecía estupefacta.
—Tal vez lo olvidé —Respondí pasando mi mano por el cabello.
—Es ese chico quien te tiene así —Expuso Becca.
— ¡Becca!
— ¿Chico? —Preguntó mi madre — ¿De qué habla Becca?
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Sin Miedo A Nada
RomanceSinopsis Brent, de una familia inglesa de clase alta, que desde la infancia siempre ha sido un chico recto, se encuentra con otro chico, Ian, en un casual partido de fútbol soccer, provocando que las cosas cambien un poco. Con el apoyo de sus famili...